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Experiencias Locales

Una mirada a las causas y consecuencias del cambio climático desde el pueblo indígena Kokonuko

José Domingo Caldón Quirá, Febrero 13 de 2012, Este artículo ha sido consultado 1440 veces

Los Kokonuko nos consideramos hijos de la ciénaga que está en medio de dos importantes cerros: el volcán Puracé, que es macho, y el volcán del Sotará, que es hembra. En medio de esos dos cerros nació el pueblo kokonuko.
El Puzná es el ombligo del territorio del pueblo kokonuko, un lugar mitológico para la comunidad indígena, especialmente de las regiones de Puracé y Quintana. Este es un lugar que tiene mucha historia, mucha mitología, y en torno al cual se dice que si uno no está en armonía con la naturaleza, se puede perder en él.

En un período de varios años, se pudo realizar de manera intencionada, con los sabios mayores del pueblo kokonuko, una lectura a los cambios que han ocurrido en el territorio, en los sistemas productivos y en las mismas prácticas de las comunidades. Al mismo tiempo, se generó una profunda reflexión acerca de los acelerados deterioros de los ecosistemas donde se produce agrocombustible y pulpa de papel para las sociedades más desarrolladas de Colombia y del mundo. Allí, en las tierras planas del valle fisiográfico del Cauca y en la cordillera Central, no paran de agotar los recursos, y menos aún tienen en cuenta los derechos de la naturaleza. Las prácticas y esfuerzos de los indígenas quedan en la categoría de la ritualidad y la ancestralidad y, como tal, no se apoyan; en contraste y de manera paradójica, quienes más contribuyen al cambio climático en Colombia, los ingenios de caña, los terratenientes y los monocultivos de árboles, sí son apoyados por el Estado colombiano.

Este artículo, por lo tanto, recoge una mirada al cambio climático desde una crítica al modelo de desarrollo actual, y desde la cosmovisión del pueblo kokonuko, la cual ha sido recreada, experimentada e interpelada por el autor, tanto desde su condición de indígena como desde su práctica y relación intercultural en procesos relacionados con la vida y el ambiente.

 

El cambio climático no llega de los dioses, lo provocamos los humanos

El pueblo kokonuko históricamente estuvo asentado en las mesetas de Popayán (departamento del Cauca) y sus alrededores. Los primeros habitantes desarrollaron sistemas de convivencia con su territorio, el cual estaba cubierto de monta- ñas naturales, páramos y bosques. El pueblo tenía su propia organización política y un sistema de producción de alimentos basado en tubérculos, maíz, quinua, fríjol cacha, macuas, michingas, ullucos, habas y coles entre otros productos, que se daban en varios pisos térmicos y que constituían la dieta alimentaria de los habitantes del siglo XV y XVI. Más adelante con la llegada de los invasores, estos habitantes fueron expropiados y sometidos como esclavos y obligados a talar los bosques y romper las montañas para el establecimiento de grandes haciendas ganaderas.

Se cambió el sistema de gobierno y también el sistema de producción tradicional. Lentamente fue desapareciendo la montaña, el bosque y fuimos testigos de un temprano y forzado cambio climático local. Se fueron sintiendo mas fuertes los vientos, iban desapareciendo gradualmente los nacimientos de agua y las quebradas y aumentando las temperaturas. Posteriormente, según relatan los mayores, en los inicios del siglo pasado aparecieron activistas promocionando una variedad de semilla de papa. Era la papa ICA y con ella un paquete tecnológico, que permitía casi milagrosamente, según esa política, de no disponer tanta tierra para sacar buenas cosechas. El paquete tecnológico que venía amarrado a la semilla, incluía un determinado abono, un herbicida e insecticida para su producción. Poco después todos empezaron a hablar de abono y de fungicida y así empezó la muerte y la contaminación de la tierra. Dicen los mayores que efectivamente, si se necesitaba de poca tierra pero en cambio se requería de grandes cantidades de agroquímicos. De esta manera se nos fue imponiendo una visión distinta de la naturaleza, unas formas de producción que afectaba nuestra dieta alimentaria y que también intoxicó a la Madre Naturaleza.

Ya se sabe que esos químicos elaborados a base de derivados del petróleo en muchos casos y el derribo de los bosques que atrapan el carbono que está de más en la atmósfera, contribuyen también al cambio climático, el cual vivimos con mayor fuerza en nuestros territorios y en nuestro planeta.

No obstante a que las comunidades están retomando prácticas tradicionales y permitiendo la recuperación del territorio, en las partes planas y laderas cercanas al territorio kokonuko y en el valle fisiográfico del Cauca, se mantienen monocultivos de caña y de árboles y se aumenta la concentración, degradación y contaminación de la tierra y del agua. Esto altera las condiciones climáticas y también lleva a miles de personas a vivir en condiciones indignas y a presionar aún más el deterioro de los recursos naturales.

 

Según nuestra visión, la naturaleza es nuestra casa

Los pueblos indígenas tenemos cosmovisiones, historias, mitologías, creencias, visiones y expresiones distintas. Sin embargo todos coincidimos en algo elemental: Somos hijos de la tierra y no dueños de ella. Creemos y asumimos que la na turaleza es una sola y es integral y por lo tanto no existen por separado el suelo, subsuelo y espacio. Lo que está debajo de la tierra son los espacios del agua dulce y salada, del petróleo, de los organismos y espíritus que protegen los minerales, entre otros. Sobre la superficie de la tierra están los bosques, los animales, los páramos, las lagunas, los ríos, el ser humano como especie y toda la biodiversidad que lo acompaña. A su vez, en el espacio viven el viento, el trueno, el arco iris, los espíritus naturales y los espíritus de los humanos que ya se han ido. Todos estos seres y espacios se relacionan entre sí y tienen una conexión armónica entre los de arriba, los de abajo y los del centro. Todos se necesitan mutuamente. Los humanos necesitamos mucho más de ellos y mucho perdimos cuando pensamos que el agua, el suelo y el aire eran los depósitos de las basuras y contaminantes.

La naturaleza no solo es vida; es nuestra casa. Nos abriga, alimenta y amamanta. De su pecho brota el agua. Ella es un cuerpo complejo y tiene diversidad de regiones, de ecosistemas y de climas que hacen posible una gran variedad de productos y alimentos. Ella reserva lugares sagrados de significado y recreación para las diferentes culturas, en los cuales se profundizan conocimientos de las comunidades que dan cuenta del diálogo y de la reciprocidad con ella. Existen bosques pequeños, medianos y grandes que se desarrollan en el tiempo de acuerdo a la variedad y a los climas. Existen lugares específicos y particulares donde nace el agua, donde nacen las plantas calientes, frías, amargas y dulces. Esas plantas complementan el vivir saludable de las comunidades. La diversidad de la que hablamos cumple la función de la armonía y el equilibrio, y es ella la que garantiza la vida y la existencia de todas las especies, seres y espíritus. La diversidad y cantidad de animales también juegan un papel importante en la vida de la naturaleza pues son ellos los que redistribuyen las semillas por los caminos, cordilleras y páramos y con su cantar anuncian los tiempos de lluvia, de verano, de peligro. Indican buenos o malos augurios.

Los seres que habitamos en la naturaleza somos hermanos y todos nos necesitamos. En la medida que no haya equilibrio y armonía entre todos, estamos atentando no solo contra la existencia de uno de nosotros, sino que estamos atentando contra la existencia de la Madre Naturaleza, es decir el Planeta. El calentamiento global producido por el egoísmo y las ganas ciegas del dinero, ha sido un alejamiento de esos principios y esas relaciones.

 

Enfrentando los cambios de manera ancestral

Los pueblos indígenas tenemos conocimientos y prácticas que garantizan la armonía entre el bosque, el agua los animales y nosotros para enfrentar a los cambios del clima. Dentro de las prácticas que usamos en nuestro sistema de producción se destaca:

1) La rotación de los cultivos en las parcelas (tul, chagra huerta). Esto es dejarlas en descanso o recuperación natural. Esto refresca el suelo, permite que los organismos trabajen y no se vaya el agua.

2) La ubicación contraria de los cultivos a la dirección de los vientos. Esta es una práctica ancestral y sabia que sirve para evitar los impactos de los fuertes vientos y contrarresta los cambios del clima.

3) La interpretación de los mensajes del viento. De acuerdo a la procedencia, a la mayor o menor fuerza esto nos indica si va a llover o continúa el verano y de acuerdo a esos mensajes establecemos el lugar donde deben quedar las huertas, los animales, las viviendas.

4) La interpretación de las fases de la luna que nos indican si se avecinan o no, largas temporadas de lluvia o verano y esto es sinónimo de abundancia o escasez de alimentos para la naturaleza y para la fortaleza de sus hijos.

Cada pueblo tiene sus propios conocimientos para el almacenamiento de la comida y de las semillas. Al mismo tiempo consideramos que esa relación armónica de la tierra con el sol y la luna tienen establecido los calendarios relacionados con la fertilidad y la productividad, en el momento que se requiere. Por ejemplo, se necesita del calor del sol en el día y de la frialdad de la luna en la noche. Esta importante relación la constatamos y vivimos siempre y será de mucha ayuda, siempre y cuando no perdamos el sentido de pertenencia y valoremos los saberes y conocimientos ancestrales. Es un mensaje del Universo, el estar atentos al comportamiento del color del sol, a la claridad de la luna, a los colores rojizos o pálidos del sol al anochecer y del amanecer cotidiano.

Heredamos de nuestros mayores un amplio conocimiento para el manejo de la gran variedad y cantidad de semillas existentes en nuestros territorios. Ese conocimiento nos ha permitido amansarlas, adaptarlas a los diferentes suelos, a los diferentes pisos térmicos y a resistir frente a los impactos de los cambios climáticos. Por eso sabemos sembrarlas, cultivarlas, cosecharlas en tiempos específicos, y distribuirlas en las familias extensas a través del trueque en diferentes tiempos, como estrategia para asegurar y mantener las semillas y la comida de forma permanente. Eso va más allá, de lo que los técnicos llaman Soberanía Alimentaria.

De acuerdo a estos acontecimientos y a la orientación de nuestros científicos mé- dicos ancestrales nos ordenamos. Esto es a lo que el mundo desarrollista y los científicos le llaman ordenamiento territorial. Para nuestro caso, es ordenar las acciones humanas y no ordenar lo que la naturaleza ya tiene ordenado.

 

El cambio y la variabilidad climática en el territorio Kokonuko

Consideramos a la naturaleza como un ser vivo y por tanto ella siente como los humanos el peso de tanta gente, de toneladas de desechos contaminantes. Ella expresa el cansancio de sostener el peso del desarrollo, dolor de tantas y profundas perforaciones, el hambre que genera el uso de los monocultivos; el calor que generan las inundaciones hechas para construir represas; el frío que le produce la tala indiscriminada de los bosques y profunda tristeza porque son pocos los que protegen sus derechos y mucha alegría cuando se la deja en descanso.

Los cambios y la variabilidad climática no son fenómenos naturales de la tierra o castigos de dioses y profecías irremediables como les consideran y justifican algunos, particularmente Estados Unidos, el país que más degrada y contamina el Planeta. Son ante todo, situaciones derivadas de la irresponsabilidad de los humanos, en particular de los que tienen mayores beneficios en el planeta y particularmente de aquellos países que se consideran desarrollados.

En el territorio indígena de los Kokonuko los cambios climáticos se pueden evidenciar en la desaparición de la laguna Andulbío, este es el nacimiento de los ríos más importantes del país como son el río Cauca y el río Magdalena. Así mismo se puede observar que las plantas que antes se encontraban en la planicie ahora se encuentran en el clima medio, las plantas que estaban en el clima medio ahora se encuentran más arriba y las que estaban en los páramos crecen con mayor lentitud. Los animales silvestres se han ido y la trucha no se encuentra de forma natural.

El comportamiento del clima ha cambiado. Anteriormente los mayores se guiaban por las cabañuelas, el tiempo y su comportamiento era conocido. Hoy es impredecible, no se puede saber cuándo llegará el invierno o el verano.

 

¿Cómo explicamos los kokonuko, los cambios de la tierra y especialmente el cambio climático?

Los pueblos y comunidades indígenas estamos preocupados debido a que los conocimientos, prácticas y convivencias o equilibrios con la naturaleza están desapareciendo lentamente debido al afán del desarrollo que se impuso sobre la sociedad civilizada, es decir aquella que tomó la decisión de abandonar la visión y conciencia de ser parte de la naturaleza y de erigirse como dueños y señores de ella. Eso es lo que hace que la tierra se enferme y aparezca el cambio climático.

En Colombia, como en muchos otros paí- ses, se establecen leyes que la fraccionan en suelo, subsuelo y espacio. Entran a “ordenar el territorio”, a cambiar el cauce de los ríos, a inundar lugares donde no habían lagos para crear energía de derroche, a ordenar las cuencas, a ordenar los páramos. A dragar el mar para que sea posible la llegada y salida de grandes barcos que traen y llevan toneladas y toneladas de productos y construir amplias carreteras para la competitividad. A perforar la naturaleza para extraer los organismos y sustancias, que tiene al interior de su cuerpo, para consumirlos sin sentido alguno. Se hacen leyes y se entregan cuantiosos recursos a pocas personas para que impongan una gran producción y explotación de la tierra en extensos cultivos como los de la caña de azúcar, el café, las flores, el banano, los pinos, la palma aceitera -ya no para la comida de los humanos, sino como comida de las máquinas o materias primas para el uso suntuoso de lujo, de quienes pueden pagar. La imposición de monocultivos destruye ecosistemas y paisajes enteros, desecando ciénagas y ríos y volviendo esclavos a los verdaderos propietarios de la tierra, como ocurre en la planicie del Valle del Cauca. Según el respetado profesor Mario Mejía, en 1956 había en el Valle sesenta grandes lagunas… En 2011 quedan tal vez tres.

El actual modelo, proclamado como el del desarrollo, impulsa la ganadería extensiva, los agrocombustibles y demás cultivos que no son comida, lo cual no solo invade las pocas montañas y ecosistemas de vida natural, sino que absorbe la frontera agrí- cola y las técnicas que se aplican contaminan el agua y deterioran la tierra, aumenta las desigualdades, sociales, económicas, culturales, ambientales territoriales y fomentan las guerras ente nosotros y la violencia contra la naturaleza.

Las leyes actuales no estimulan ni garantizan el valor de la diversidad en la producción de los pequeños productores y logran que el amor por el trabajo en el campo se pierda. Son leyes que solo protegen y garantizan a unos pocos la concentración de la tenencia de la tierra y dejan a millones de seres humanos, que podrían manejarla mejor, sin derecho a ella. Los gobernantes no tienen voluntad política para promover e impulsar la pequeña y diversa producción que garantice la comida del campesino, el afro y el indí- gena y menos aún, créditos acordes a las condiciones de la gente del campo. Por el contrario lo que hacen es crear leyes que les prohíben la producción tradicional de la panela, la leche, el maíz, entre otros, volviéndolos ilegales o delincuentes.

 

¿En realidad, si existe una preocupación de los países desarrollados, de los gobiernos, de los medios de comunicación, para buscar a tiempo los cambios que paren el desastre?

A lo anterior se suma la doble moral de los gobiernos de países desarrollados que al tiempo que imponen políticas a los gobiernos de turno de nuestro país, tales como “erradicación de los cultivos ilícitos, no establecen mecanismos de control entre los habitantes de esas naciones que son quienes más consumen dichas sustancias. Son ellos los que más producen y se benefician de la venta de los insumos químicos, son los que producen las armas que usan las agrupaciones de mafiosos y los que los combaten, son los que ahora están legalizando la producción de estos cultivos llamados ilícitos en sus propios países. Pero adelantan toda una campaña mundial con la disculpa de la amenaza del terrorismo y el propósito de erradicar la producción de cultivos de uso ilícito en el resto del mundo.

También desde el Estado colombiano, existe una doble moral porque las instituciones creadas para proteger el ambiente como el Ministerio del Ambiente, las Corporaciones Autónomas Regionales y el Ministerio de Agricultura no aplican y cumplen esta visión de integralidad, la cual debe considerar que la tierra es un ser vivo. La visión de los funcionarios no se basa en prevenir sino de intentar atender y en muchos casos, justificar el desastre que ya pasó. Al parecer hacen un balance de cuánto cuesta prevenir y cuanto atender. Tampoco cumplen las funciones de controlar las acciones humanas que atentan contra la Madre Naturaleza. Son funcionarios que están lejos de establecer y cumplir políticas en defensa de los derechos de la Madre Tierra. Solo actúan en el afán de la politiquería y del manejo corrupto de los recursos, entregando en concesión los pá- ramos, los humedales, los resguardos, los territorios colectivos, las pequeñas propiedades de los campesinos y lo hacen aplicando las normas contrarias a las de las comunidades que siempre han convivido con estos territorios y lugares; restringiéndoles el derecho al uso que siempre le han dado y prohibiéndoles seguir usándolos y viviendo donde siempre han vivido.

Desde los gobiernos se mantiene una doble moral, por que impulsan una política y una campaña que lo único que han hecho es afianzar un modelo de Estado y un sistema con profundas relaciones mafiosas. Ha posibilitado el surgimiento de grandes grupos de narco terratenientes y mafiosos, han expandido su presencia y poder en los territorios y sus habitantes impulsándolos a la siembra y expansión de estos cultivos a lo largo y ancho de nuestra geografía nacional a través de grupos armados ilegales. A los gobernantes no les preocupa, ni les interesan los enormes impactos de destrucción del tejido social, de la pérdida de valores culturales, de la dependencia económica y de los efectos agresivos en lo ambiental que trae esta práctica. La biodiversidad no es tenida en cuenta, incluso.

Doble moral en los medios de comunicación porque tienen la responsabilidad en lo que está ocurriendo, debido a que promueven el consumo de productos externos, sin importarles la dependencia y la contaminación. Porque no denuncian el grave deterioro ambiental al que está sometida la Madre Naturaleza, por que promueven campañas satanizando el valor de las plantas como “la mata que mata” pero promueven las bondades y técnicas que potencian los cultivos con semillas manipuladas, al tiempo que potencian los laboratorios que se apropian del conocimiento natural y comunitario de las comunidades.

Toda esta política está significando la pérdida del sentimiento, del gusto, del amor para vivir en el campo. No hay condiciones para la producción, la transformación y comercialización de los productos ni se establece un precio justo a la producción campesina. Se ha puesto en peligro la producción de los principales elementos de la dieta alimentaria familiar. Se abrieron espacios para los tratados de libre comercio, para la importación de los alimentos, se pierde la autonomía alimentaria y los derechos sobre las semillas, todo esto pone en riesgo el derecho a la alimentación de las comunidades.

Estas prácticas, que comprenden el arrasamiento de los bosques, a través de la explotación indiscriminada de la madera; la construcción de grandes obras de infraestructura como las carreteras atravesando los páramos y ecosistemas frágiles ambientalmente; el impulso a los monocultivos agroindustriales; la ganadería extensiva, la inundación y construcción de la represas para la producción de energía, junto a la cantidad de exploraciones y perforaciones y la desmesurada explotación de la minería están contribuyendo a la desaparición lenta de los nacimientos de aguas y toda clase de animales, ha generado cambios del clima e impactos sociales y ambientales que traerá enormes consecuencias para los seres humanos y la naturaleza.

Las grandes industrias y el crecimiento de las grandes ciudades en el mundo entero, están contaminado el aire que absorbemos con enormes riesgos y amenazas como las largas temporadas de lluvias, las largas épocas de verano, de sequias que son una de las causas de la pérdida de los glaciales y la desaparición de los nevados en el mundo entero, generando deslizamientos, derrumbes e inundaciones y sus impactos especialmente en la población más vulnerable porque es a ella a la que le tocó vivir en esos lugares.

Estas prácticas han desestabilizado la armonía que tenía la Madre Naturaleza, y por esta razón ella está reaccionando, y esto se expresa en los temblores, los terremotos, los maremotos, los tsunamis, los deslizamientos, las inundaciones, las grandes oleadas de calor, de frío. Los gobiernos dicen que tenemos que prepararnos para adaptarnos y enfrentar los fenó- menos naturales y del cambio climático. ¿Hasta cuándo tendremos que adaptarnos, y ellos hasta cuando seguirán generando estos desequilibrios a la Madre Naturaleza?

Para los pueblos indígenas y de manera concreta para los kokonuko, estas son las causas y consecuencias que viene ocasionando el calentamiento global de la tierra, y su respectivo cambio y variedad climá- tica. Se generan desequilibrios y efectos ambientales, sociales económicos y estructurales, que afectan mayoritariamente a las poblaciones más vulnerables que, en últimas, son los pobres de la tierra.

 

Nos mantenemos en nuestra propuesta

Los pueblos indígenas estamos comprometidos con el legado histórico que nos dejaron nuestros mayores de continuar con ese conocimiento y sabiduría a fin de garantizar la existencia de la madre naturaleza, porque ella sin nosotros sí podrá existir, pero nosotros sin ella ¡no!

Nos abriga la esperanza porque sabemos y conocemos que existen otros pueblos y personas en el mundo que comparten nuestra visión y preocupación. Hacemos un llamado a la sociedad para que entienda que la naturaleza también tiene derechos y a que hagamos un pacto por ella.

 

PACTO KOKONUKO POR LOS DERECHOS DE LA MADRE NATURALEZA

Las comunidades y autoridades tradicionales indígenas kokonuko de los resguardos de Paletará, Kokonuco, Puracé, Quintana y Poblazón, en el marco legítimo de nuestra autonomía territorial, convocamos de manera urgente a realizar un pacto de respeto por los derechos de la Madre Naturaleza.

DECIDIMOS:

Primero

Pactar y establecer mandatos, estrategias, prácticas, acciones e iniciativas tendientes a cultivar el sueño de ver nuestras futuras generaciones crecer conjuntamente con el reverdecimiento de los bosques, el nacimiento de aguas cristalinas, la repoblación de los cantos y vuelos de las aves y, en especial, una Madre Naturaleza a gusto con las poblaciones humanas.

Segundo

Reconocer y respetar los derechos de los animales y bosques, montañas, páramos, ciénagas, lagos, lagunas, ríos, nacimientos y demás seres que conforman el territorio como Madre Naturaleza, y adelantar actividades dirigidas a lograr armonía frente a los desequilibrios entre nosotros los seres humanos y la Madre Naturaleza.

Tercero

Valorar, rescatar fortalecer y respetar las áreas de importancia espiritual-cultural, comunitaria y ambiental, para que nuestros espíritus protectores, al igual que los animales y plantas, ejerzan el cuidado y armonía, permitiéndonos tener espacios, caminos y senderos para que junto a ellos podamos habitar, movernos libremente y gobernar nuestro territorio.

Cuarto

Construir, orientar, enseñar y realizar acciones integrales que nos permitan el rescate de saberes ancestrales, mitológicos e históricos, para la recuperación y cuidado de la Madre Naturaleza, en coordinación con otros actores comprometidos con estos propósitos.

Quinto

dentificar, fortalecer, rescatar e implementar prácticas productivas amigables, en equilibrio y beneficio de nosotros y la Madre Naturaleza, al igual que rechazar el establecimiento de sistemas que atentan contra la vida y la armonía comunitaria.

Sexto

Reconocer que este esfuerzo no es individual ni suficiente, por lo cual este pacto es un mensaje o llamado de urgencia para que junto con otros actores de la sociedad nos comprometamos en una gran minga por la pervivencia de los diferentes pueblos y la Naturaleza, ya que ella sin nosotros puede seguir viviendo pero nosotros sin ella no. Por eso hacemos un llamado para que comunidades campesinas, afrodescendientes, instituciones de orden local, regional nacional y mundial, organizaciones no gubernamentales y sociedad en genera, participen en una minga por el respeto a los derechos de la Madre Naturaleza.

Las comunidades y autoridades tradicionales del pueblo Kokonuko, comprometidas con la vida, preocupadas por el presente, consecuentes con el futuro, dejamos estas huellas y caminos mediante este pacto por los derechos de la Madre Naturaleza, legitimado en el ejercicio de nuestra autoridad territorial.

Publicado en Febrero 13 de 2012| Compartir
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