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Las normas sanitarias para la producción, procesamiento y comercialización de productos agropecuarios

Jorge Enrique Robledo, Colombia, Diciembre 02 de 2009, Este artículo ha sido consultado 7998 veces

El problema alimentario que hoy sacude al mundo y a Colombia es cada vez más grave. Hay un alza muy notoria en los precios de los alimentos a los colombianos, particularmente de los cereales y, en general, en todos los importados, principalmente trigo y maíz. Y ya con efectos dolorosos: se acabó el pan de 200 y se están quebrando los panificadores. Son las secuelas que dejan la globalización neoliberal y el libre comercio. Los hechos están probando que es absolutamente equivocado atar los precios internos a los internacionales, porque no controlamos estos últimos, afectados por incrementos en el consumo, por los precios en los agrocombustibles, por la especulación en la Bolsa, puesto que ya los alimentos dejaron de ser tales y se volvieron una vulgar commoditie, objeto de todo tipo de especulación por parte del capital financiero. Lo que está sucediendo es la prueba reina del descomunal fracaso de las políticas de globalización y de las concepciones que sustentan el libre comercio y los tratados de libre comercio. Este gobierno ha incrementado las importaciones de alimentos en dos millones de toneladas y eso en Colombia es hambre.

Estamos en el mundo de la globalización, el del capitalismo salvaje y la ley de la selva. Y en la ley de la selva, como bien lo señalan Smith y Ricardo, lo que está al mando es la ganancia. La globalización consiste en llevar el monopolio hasta el último rincón del planeta. Si se arruinan los pequeños y medianos productores, que se arruinen. Los que sobrevivan quedarán de tributarios del gran capital trasnacional.

El fenómeno es bien notorio en el caso del agro. Los productores pequeños o medianos que logran sobrevivir quedan sometidos a la férula que les quieran imponer las trasnacionales del comercio o de la especulación o de los agroquímicos o de las semillas, pues los agricultores están sometidos a escandalosas alzas en los insumos, y todo ello en un proceso intenso de concentración económica. El medio ambiente se convierte en negocio, la salud pública se convierte en negocio, todo queda convertido en negocio.

Uno de los instrumentos de la competencia global son los reglamentos técnicos. Cuando enfrento a un competidor con un nivel tecnológico inferior al mío, puedo arruinarlo si presiono para que las normas suban el nivel de la exigencia sanitaria o fitosanitaria o de desarrollo tecnológicos, y si el competidor no logra modernizarse, pues se quiebra. Los reglamentos técnicos se convierten en un instrumento de las trasnacionales en la batalla por el control de la economía del mundo.

Es en este marco donde aparecen los decretos: 616, feb./2006 y 2838 ago./2006, y las Resoluciones: 779, mar./2006 y 3462 sep./2008. Todas se presentan con un criterio de orden técnico diciendo que buscan mejorar las condiciones sanitarias de los alimentos de los colombianos. Por supuesto, no se está negando la importancia de la sanidad, pero ¿cuáles son sus impactos en el empleo, en la cultura d los productores y en los costos?

 

El gobierno se apoya no en las normas de la OMS sino en las de la OMC

Llama mucho la atención que los decretos y resoluciones del gobierno colombiano no se basen en las normas técnicas de la Organización Mundial de la Salud, OMS, ni en las de la Organización Panamericana de la Salud, OPS, sino en las de la Organización Mundial del Comercio, OMC. El primer fundamento de las nuevas medidas sanitarias no es la salud, sino el comercio. Y no se puede olvidar que una de las decisiones más criticadas de la OMC fue haber incluido los medicamentos prácticamente en condiciones de igualdad con cualquier otra mercancía. En las normas de la OMC, un medicamento termina siendo muy parecido a una botella de aguardiente, porque lo que prima es la concepción del negocio, no la salud pública.

La salud pública es primordial. Nadie se atrevería a plantear su desdén o su despreocupación por la salud de la gente. La divergencia aparece cuando surgen dudas sobre la eficacia de las medidas y qué tanto se van a cumplir o si, por el contrario, van a aparecer más factores de ilegalidad.

Al entrar a analizar los asuntos de la salud pública en el sector de los alimentos, es muy importante la buena calidad de los alimentos y la cantidad de éstos. Si se toman alimentos de muy buena calidad, pero no se ingieren en cantidad suficiente, nada se hace, porque se puede terminar la gente muriéndose de hambre. Y surge también otro: ¿sí se puede pagar el alimento? Porque si se inventa un sistema para mejorar calidades o incluso cantidades, pero a unos costos astronómicos, se saca a la gente de la posibilidad de consumirlos. Los alimentos de mejor calidad suelen ser los más costosos, como ocurre con cualquier mercancía. Y como se está enfrentando una población con un ingreso limitado, allí aparece una importante contradicción.

 

Medidas sanitarias fallan si hay desempleo y pobreza

Si se toman medidas sanitarias que generen desempleo y pobreza, se está golpeando nada menos que el fundamento de la salud pública, porque se reduce la cantidad de acceso de comida a los pobres. Es bien sabido que la mejor salud, como lo certifica cualquier médico, proviene de un organismo bien alimentado. Bacterias que matan a un desnutrido es probable que no le hagan nada a una persona bien alimentada. Las enfermedades relacionadas con problemas de alimentación se dan en buena medida porque vienen unidos con la pobreza.

Nadie niega que en Colombia haya problemas sanitarios en la producción de panela, de carne y de leche. Pero los hechos no se pueden modificar simplemente porque se saque una norma que diga, modifíquense. Aquí se hacen las cosas como no se debieran hacer. Surge entonces una pregunta: ¿La panela se produce en las condiciones que conocemos porque nuestros campesinos son caprichosos? Y la leche ¿porque nuestros ganaderos son caprichosos? ¿Y los mataderos son como son porque nuestros alcaldes son caprichosos? ¿O en el país hay realidades que generan esos hechos? La solución es bastante más compleja y requiere miradas generales y tal vez tener paciencia y utilizar la persuasión y la educación en proporciones inmensas.

Tampoco el gobierno informa en cuánto disminuirían las enfermedades con los nuevos decretos, porque si se tomaron el tiempo para arreglar una situación, lo lógico es que le informen a la gente en qué grado la van a mejorar. Las estadísticas nada dicen sobre los costos de las medidas. Nada sobre cuánto valen los nuevos mataderos, cuánto vale la leche pasteurizada contra la cruda, cuánto valen las modificaciones que se van a hacer en la panela, cuántos productores pueden adoptar las medidas. Se ignora cuál va a ser el impacto, cuántos productores se van a arruinar en el proceso, cuántos empleos pueden perderse, o generarse si es el caso. No se sabe a ciencia cierta en cuánto aumentan los costos a los consumidores ni cómo va a aumentar la concentración de la riqueza, que sería otra variable interesante para tener en cuenta. Aquí se adoptan normas siguiendo las orientaciones de la OMC, pero no se analiza ni qué es lo que queremos mejorar, ni cómo se va a mejorar la salud pública ni cuáles serán los impactos de éstas medidas en la población.

 

Treinta millones de colombianos sin agua potable

¿Qué otros factores configuran una buena alimentación? Uno, vital, el agua. El agua es fundamental para la buena calidad sanitaria de los alimentos. Si se carece de agua potable, por buena que sea la comida que se lleve a casa, el agua la va a contaminar y no se va a resolver ningún problema. Se puede tener leche en polvo de excelente calidad y si la mezclo con un agua parecida a la de una alcantarilla, la destruyo. El agua es un problema crucial: el 88% de las cabeceras municipales de Colombia, donde habitan 16.700.000 de personas, sin contar Bogotá, generan agua no apta para el consumo humano. En las zonas rurales, donde viven once millones de personas, la situación es infinitamente peor. Se está hablando entonces de que en Colombia hay cerca de 30 millones de personas obligadas a ingerir agua no apta para el consumo humano y que les contamina los alimentos e incluso a ellos mismos cuando se bañan.

Además no hay salud pública sin frío en el área de alimentos. Todos los alimentos contienen bacterias, unos más, otros menos, que se duplican cada 30 minutos. 100.000 bacterias en media hora son 200.000 y en una hora 400.000 y en hora y media, 800.000 y en dos horas 1.600.000 y el frío no las mata. Lo único que hace es reducir su crecimiento. Pero resulta que en Colombia, 3,5 millones de hogares, 14 millones de personas, no tienen nevera. Tampoco agua potable. Se puede conseguir el mejor pedazo de carne y el mejor vaso de leche, pero si no hay nevera, esa leche y esa carne están descompuestas en unas cuantas horas y llenas de bacterias en solo media hora. Peor aún si viven en una casa con agua contaminada.

En resumen, aquí cogen unas normas técnicas que son de la OMC y las copian como si estuviéramos en Dinamarca, cuando estamos es en Cundinamarca.

 

Graves impactos sociales de las medidas

Afortunadamente, por protestas ciudadanas, el gobierno tuvo que reducirle las exigencias al decreto para convertir la panela en una especie de chocolatina suiza. El primero que salió ponía tantas trabas que arruinaba prácticamente todos los trapiches paneleros que hay en Colombia. Con estas medidas habrían debido cerrar más del 90% de los 17 mil trapiches que hay en Colombia, con unos cincuenta mil empleos perdidos. Y si el decreto se hubiera aplicado en toda su extensión, se habría concentrado la producción de panela en los grandes ingenios azucareros del valle geográfico del río Cauca, con un incremento a los costos tanto por la vía de los fletes, de mover panela desde un solo sitio hacia todo el territorio nacional, como por la vía del monopolio.

El otro caso es el caso de los mataderos. Es una norma, también de la OMC, que de entrada exige agua potable en los 1.611 mataderos para poder funcionar; impone cuartos fríos en todos los mataderos y otra serie de requerimientos que no van a poder cumplir buena parte de esas centrales de sacrificio. Una investigación hecha en Caldas encontró que ya están cerrados los mataderos de Chinchiná, Arboleda, San José, Arma, San Bartolomé, Castilla, San Lorenzo, Bonafont, San Félix y Aguadas y mencionan el caso de otros dos en el que en uno se necesitan 1.800 y en el otro mil millones de pesos. Seguramente, esos mataderos también van a ser cerrados en la medida en que se confirme la aplicación total de la norma.

Y establece además el frío en toda la cadena. Después de que las normas entren en su plena vigencia, no podrá haber comercio de carne en Colombia que no sea en frío, desde el matadero hasta el transporte y expendio. Y en cada uno de esos procesos de transformación todo tendrá que ceñirse a los altísimos parámetros de la OMC. Entonces se van a quebrar miles de colombianos que transportan carne de reses recién sacrificadas y que no disponen de vehículos con vagón refrigerado. Y se van a arruinar también miles de carniceros. Suponiendo que apenas se quebraran 542 mataderos y que quedaran mil, cosa que dudo, estaríamos hablando de más de cuatro mil empleos perdidos.

¿Y el consumidor final? Es que la calidad vale. La red de frío es carísima: los solos costos de la energía en Colombia que implica mantener fría una carne desde el sacrificio hasta el consumidor final valen un montón de plata. No es gratuito que la carne sea más barata en las famas del sur de Bogotá que en Carulla o en cualquier gran superficie. No es un capricho de las grandes superficies, es que esto es con plata de por medio y con enormes costos financieros que alguien tiene que absorber. Y estamos hablando de un pueblo que ya no come carne por la pobreza. Bueno se va a dar mejor calidad, pero ¿los colombianos van a poder pagar esa calidad? ¿Qué impacto tiene en la salud de los colombianos, la pobre o poca ingestión de proteínas suficientes que están contenidas en la carne?

 

La leche, el centro del debate

En el caso de la leche, se piden las mismas exigencias: agua potable para todas las lecherías, agua potable para todas las ganaderías, en un país donde no hay agua potable. Frío de principio a fin, frío prácticamente desde el ordeño hasta el consumidor final. Prohibición absoluta del comercio de leche cruda.

¿Cuántos empleos se pierden? Si desaparecen los jarreadores –como se llama a los que venden leche cruda en jarras o cantinas–, podemos estar hablando de unos cien mil empleos perdidos, diez en promedio por municipio. Cuántos van a desaparecer del negocio de transformación a partir de la leche cruda, toda esa gente que hace quesos, almojábanas, quesillos e infinidad de cosas, es un cálculo que no se ha hecho.

Pero aquí hay un problema todavía más grave, el del costo de la leche: en Bogotá, la leche pasteurizada más barata de una de las poderosas pasteurizadoras nacionales vale 1.930 pesos el litro, mientras que la leche cruda se consigue a 900 pesos, y estamos entonces hablando de mil pesos por litro, suma que para un pobre es mucha plata. Es hambre. Preguntamos entonces: una medida que duplica prácticamente el precio de la leche al consumidor final ¿es inocua desde el punto de vista de la sanidad pública y se puede tirar como si nada? ¿Cómo es que desde el punto de vista de la salud pública se sustenta una medida que dobla el precio de la leche al consumidor final en un país donde hay 30 millones de pobres y unos seis o siete millones de indigentes? Volvemos al mismo dilema. La señora no se enferma por consumir leche sino porque jamás consume leche.

 

Del ganadero al crudero

¿Por qué hay ganaderos que les venden su leche a los cruderos o comerciantes de leche no pasteurizada? Porque a las pasteurizadoras, sobre todas a las más grandes y cada vez más trasnacionales, no les interesa ir hasta ciertos sitios, a esos rincones donde están los campesinos más pobres, o porque las carreteras son muy malas, o porque producen poca leche y resulta complicado manejar las cantinas, o porque ese campesino necesitado pide que ojalá le paguen día por día, y toda una serie de factores que hacen que en Colombia exista el negocio de leche cruda y haya campesinos cuyo oficio es venderles a los cruderos, de tal modo que si estos desaparecen, se quedan sin a quién venderle. Analac informa que en Bogotá se negocian 380 mil litros de leche cruda al día y el Ministerio de Agricultura afirma que 20% de la leche que se comercializa en Colombia se hace bajo la figura de la leche cruda.

Nueve alcaldes de la zona del Patía, en el Cauca, los de Patía, Balboa, Bolívar, Sucre, La Sierra, Piamonte, Argelia, Florencia y Mercaderes, denuncian en una carta al Ministerio: “Sin duda la prohibición de venta de leche cruda llevaría al matadero un importante número de vacas destinadas al ordeño en nuestro medio, además de frenar el gran impulso que tiene el nuevo renglón de comercio de hembras doble propósito para la zona”. Están hablando de llevar el ganado al matadero y eso es así. Si a un campesino que vive de unas cuántas vacas no le compran la leche, las tiene que matar. Casi todo el negocio campesino de leche es de mujeres, complementario a otras faenas agrícolas. Pero además, como estamos hablando de normas y de política sanitaria, hay unos 222 mil ganaderos de doble propósito en Colombia en fincas que deben agrupar a cerca de un millón de personas. ¿Esos ganaderos de doble propósito van a vender su leche cruda y después bajan al pueblo a comprar la leche pasteurizada para consumirla en su hato, o van a seguir consumiendo leche cruda, esperemos que hervida?

 

Hervir la leche cruda

¿Cómo es el lío de la leche cruda hervida y de la pasteurizada? Se debe aclarar primero que se prohíbe el comercio de leche cruda haciendo caso omiso de que una cosa es la leche cruda y otra la leche cruda hervida y que en Colombia, por prácticas consuetudinarias, se sabe que hay que consumirla hervida. No se le recomienda a nadie en Colombia, ni de riesgos, que se tome un vaso de leche cruda. Sin embargo, hay países en donde sí se toma leche cruda, por ejemplo, Estados Unidos: en 28 de 50 estados hay comercio de leche cruda fría, como también en Japón, Australia, Nueva Zelanda, Rusia y parte de Europa. Lo que pasa en Colombia es que buena parte de las leches salen muy contaminadas del hato, de la finca, y se dañan en muy poco tiempo por la velocidad de reproducción de las bacterias. La cuestión no es si la leche está cruda o no, sino cuántas bacterias tiene y qué hacer para eliminarlas. Lo que estamos discutiendo es que si hay que pasteurizar esa leche cruda como única solución o se puede hervir parar morigerar sus efectivos nocivos.

Las reglas de oro de la OMS señalan que “conviene siempre adquirir la leche pasteurizada en vez de cruda y, si es posible, comprar pollos (frescos o congelados) que hayan sido tratados por irradiación ionizante”. Hay que fijarse muy bien en lo que dice la OMS: “conviene”, una palabra precisa, y en lo de los pollo agrega: “si es posible”. El segundo punto de las reglas de oro de la OMS recomienda: “Cocinar bien los alimentos… Muchos alimentos crudos (en particular, los pollos, la carne y la leche no pasteurizada) están a menudo contaminados por agentes patógenos. Estos pueden eliminarse si se cocina bien el alimento.” Y agrega: “Utilizar agua pura”: si “el agua no inspira confianza, conviene hervir el agua”. En el Manual sobre las cinco claves para la inocuidad de los alimentos, la OMS también esclarece: “Con una cocción adecuada se pueden matar casi todos los microorganismos peligrosos. Se ha demostrado en estudios que cocinar los alimentos hasta que alcancen una temperatura de 70°C puede contribuir a garantizar su inocuidad para el consumo”. Dice “puede contribuir”, porque, claro, después se puede contaminar de muchas maneras.

Explican los expertos que es prácticamente imposible tener buena leche si no sale buena del hato. En Colombia enfrentamos un problema gravísimo. Una leche buena en Estados Unidos o en Europa es la que no supera las 30 mil bacterias por mililitro. Y aquí conseguir leches de esos niveles es prácticamente imposible. De modo que cuando llegan a la planta después de cuatro o cinco horas entran en unas condiciones lamentables. En dos palabras, si no hay un buen hato ni un buen transporte, va a ser muy difícil. ¿Cómo es que opera entonces la pasteurización? La leche se calienta a una temperatura y después se enfría, se calienta para matar la mayoría de las bacterias y se enfría para mantenerlas bajas, porque la pasteurización, al calentar la leche, no mata todas las bacterias, deja algo así como el 1%. De esta manera si hay una leche con 500 mil bacterias por mililitro y se mata el 99%, las que quedan se vuelven un millón en poco tiempo si no se enfría el producto. El tratamiento del frío es crucial. Y el del calor también, aunque traiga implícita una contradicción, pues mata las bacterias pero también las propiedades alimenticias de la leche. La combinación de calor y frío alarga la vida útil y disminuye, no elimina, los riesgos. El caso de la leche cruda es parecido. Al hervirla, se matan los bichos. Al enfriarla, se disminuye el crecimiento de los que hayan quedado. Y en cualquiera de los dos casos hay que mantenerla fría y consumirla lo antes posible. Es increíble que en un país donde no hay neveras se permita meternos la idea de que si la leche es pasteurizada, ha desaparecido el riesgo. Eso no es cierto. En un pueblo a 35 ó 40 grados de temperatura la mejor leche pasteurizada se descompone a gran velocidad por fuera de la nevera. ¿Por qué no educamos a los ganaderos que producen leche en sus fincas, más o menos un millón de personas, en la idea de hervir la leche, refrigerarla y consumirla rápido?

 

Costos ruinosos

Si las normas se aplican a rajatabla, nuestras ganaderías de leche, las de los pequeños y medianos, no van aguantar. Las normas no van a ser aplicadas en serio por ganaderos de tres vacas, cinco vacas, diez vacas, porque los costos son tales que no les da y menos sin el respaldo del Estado. En municipios del altiplano cundiboyacense, meca lechera de Colombia, donde se produce la leche de mejor calidad, solo hay dos funcionarios del ICA para atender 2.500 predios con 65.000 bovinos en siete municipios. ¿Hasta dónde se pueden hacer como se debiera las prácticas más elementales, como las de lavar la ubre, colar la leche, lavar los instrumentos, cuando no hay campañas de educación al respecto?

Se quejan también los ganaderos de cómo no les pagan el frío, de cómo las pasteurizadoras mientras más grandes son más duras y les ponen a los productores todas las exigencias del mundo, la del frío y muchas otras sobre sólidos disueltos y grasas, etc., que son las que determinan la calidad de la leche, pero que a la hora de retribuir no los recompensan como debieran. El ganadero genera entonces una resistencia hacia esa mejoría de la calidad, porque en buena medida se siente estafado.

Me llama la atención un documento de la FAO-OMS, del 2006, donde se señala que la lactoperoxidasa, que es tiocinato de sodio y peróxido de hidrógeno, “reactiva la enzima lactoperoxidasa” y juega un papel importante no para sustituir el frío, sino para hacer más lentos los procesos de reproducción bacteriana. Y es mejor ponérselo a la leche que ‘bautizarla’ con formol, como ocurre tanto. Lo están recomendando la FAO y la OMS. “A los Estados miembros, la FAO, la OMS, el Codex, las ONG y la industria lechera: Reconocer el sistema LP –la lactoperoxidasa– como método eficaz y viable en la conservación de la leche cruda que no presenta efectos negativos para su elaboración ulterior”. ¿Por qué no se ha estudiado eso?

Muchos se preguntan con preocupación si las medidas a lo que apuntan es a la importación de carne. Es necesario que ganaderos y lecheros presten mucha atención sobre los esfuerzos que han hecho para acrecentar las redes de frío. Que no resulte que por esas mismas redes de frío que les están montando supuestamente para exportar sea por donde entren las importaciones. Que no suceda, como sucede en el juego de damas, que se van poniendo las fichas con toda la paciencia, armando la escalera para llegar al otro lado, y cuando se da cuenta, se viene el otro con la ficha y se le come a uno todas las piezas. Esta red de frío impecable que están poniendo desde el último pueblo de Colombia hasta la última capital, que enlaza puertos y enlaza todo, puede funcionarles muy bien a las importaciones pactadas en el TLC de carne, a importaciones grandes de carne y desechos cárnicos, de vísceras, desde el exterior. Y con el TLC está también cantada una importación grandísima de leche y de derivados lácteos. Por ejemplo, ahí está ya pactado el libre ingreso de lactosueros con aranceles de 0%.

Resumiendo: Mayores precios de los alimentos, ¿quién los va pagar? El número de empleos en riesgo, que son bastantes, ¿qué pasará con todas estas personas? ¿Por qué no se trabaja en educación como medida real para mejorar la salud pública? Incluso si se aplicara la medida, habrá por lo menos un millón de ganaderos que va a seguir tomando leche cruda y eso no hay cómo resolverlo. O será que le van a poner un policía a cada vaso de leche, a cada ganadero, a cada colombiano y a cada persona que hace un pandebono. No se ve ningún respaldo a los procesos, ahí están los productores nacionales abandonados a su suerte.

Y el total de empleos perdidos, sin incluir ganaderos ni procesadores de leche, porque no pude hacer el cálculo, serían unos 160 mil en trapiches y mataderos, carniceros y jarreadores de leche.

No se puede arrinconar a la gente. El país está muy mal. Hay unos enormes niveles de desempleo y de sufrimiento ciudadano, están subiendo los precios de la comida y la crisis mundial ya está afectando a Colombia, ¿es necesario entonces generar más desempleo y tomar medidas inútiles que en realidad no mejoran la salud sino que la socavan aún más?

 

Falta derogar otra norma para mantener vivo el negocio de las gallinas campesinas

La Resolución 4287 del Ministro Diego Palacio, sobre las plantas de sacrificio de aves, saca del negocio a los campesinos. La Comisión Quinta pide su derogatoria.

Que el ICA haya derogado la Resolución 0957 de 2008 es un gran logro de la Comisión Quinta, afirmó el senador Jorge Enrique Robledo; pero queda en vigor otra medida, la Resolución 4287 de 2007, del Ministerio de Protección Social, que también debe echarse atrás. Esta norma se basa en normas sanitarias de la Organización Mundial del Comercio, contiene 43 páginas de reglamentos técnicos y sanitarios imposibles de cumplir para los pobres del campo, precisó el senador del Polo.

En un país en el que la indigencia rural llega casi al 30 por ciento, más de la mitad de los propietarios poseen menos de tres hectáreas, siete de cada diez trabajadores del campo ganan menos del salario mínimo y el PIB per cápita rural es inferior al del Congo y Sri Lanka, exigir los estándares vigentes en los países avanzados es un enorme despropósito que acabará de devastar la economía campesina, denunció. “¿De qué le sirve a un ama de casa engordar cinco o seis gallinas si no las va a poder sacrificar? ¿A quién se le puede ocurrir exigir lo mismo para sacrificar diez pollos que 20 millones?”

Dijo que la economía campesina continúa teniendo un gran peso en el conjunto de la producción nacional. La sola producción de aves de corral se calcula para este año en 41 millones de aves al año.

Señaló que la alta burocracia, la que marca la pauta, no conoce la realidad rural. “No estamos en Dinamarca sino en Cundinamarca”, insistió, al pedir que las normas sanitarias se adapten a las condiciones locales.

Al final del debate, la Comisión Quinta aprobó por unanimidad una proposición en la que solicita al Ministro Diego Palacio derogar la Resolución 4287 de 2007.

Boletin de Prensa - 30 Sep. 2008. Oficina de Prensa Senador Jorge Enrique Robledo

• Resolución 4287 de 2007, del Ministerio de Protección Social. Por la cual se establece el reglamento técnico sobre los requisitos sanitarios y de inocuidad de la carne y productos cárnicos comestibles de las aves de corral destinadas para el consumo humano y las disposiciones para su beneficio, desprese, almacenamiento, transporte, comercialización, expendio, importación o exportación.

• Resolución 957 del 2 de abril de 2008, del ICA Por la cual se norman las medidas de Bioseguridad en las granjas avícolas comerciales y granjas avícolas de autoconsumo en el Territorio Nacional.

Publicado en Diciembre 02 de 2009| Compartir
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