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Contexto

Pueblos y ecosistemas costeros del Pacífico

Mesa de manglares del Pacífico, Enero 23 de 2006, Este artículo ha sido consultado 19417 veces

Mesa de manglares del Pacífico
En Colombia, según datos del “Proyecto Conservación y uso sostenible de los manglares del Pacífico colombiano” impulsado por el Ministerio del Medio Ambiente en 1998, los manglares ocupan 379.000 hectáreas, de los cuales 292.700 de ellas se encuentran en el Pacífico.

Los ecosistemas costeros, principalmente los manglares del litoral pacífico colombiano, constituyen un espacio excepcional de vida en el planeta y son parte sustancial de la vida de numerosas comunidades que los habitan. El relativo aislamiento que tuvo la región permitió que los grupos étnicos que la habitan, pudieran adaptarse a sus condiciones y desarrollar prácticas sociales y productivas que de manera sostenible han orientado la supervivencia de unos y otras. La extracción de conchas y moluscos, junto con la pesca, la caza, la extracción de madera para la construcción, leña y fabricación de carbón, son prácticas ancestrales que las comunidades han acompañado de usos medicinales que le dan al manglar y sus especies.


Los riesgos enfrentados desde la mirada de las comunidades y sus organizaciones

El equilibrio que durante muchos años les había garantizado la permanencia tanto de, ecosistemas y como de comunidades, está ahora en riesgo, y el deterioro del manglar puede significar también la salida de quienes viven de él. La presión que han venido recibiendo en los últimos años estos valiosos ecosistemas, ha generado especial preocupación entre sus pobladores.

Las denuncias de diferentes organizaciones de comunidades negras e indígenas del Pacífico centro y sur dan cuenta de oleadas de extractivismo, permitido tanto por las corporaciones ambientales como las autoridades aduaneras, la fuerza pública y el propio Ministerio de Relaciones Exteriores. Un hecho que ilustra claramente esta situación es el tráfico permanente y creciente de la piangua (Anadara tuberculosa) por barcos ecuatorianos que suben a presionar por la cosecha de la piangua hasta la zona de manglares cercana a Pizarro (desembocadura del río Baudó) y el embarque de tractomulas que desde Buenaventura, siguen por Cali, Popayán y Pasto y llegan a Ecuador. Esta situación se denuncia por las comunidades locales, desde la frontera con Ecuador hasta la región de Pizarro, puesto que está generando impactos muy fuertes en la piangua al ser extraídas masivamente y sin selección por cuadrillas de mujeres, explotadas por los barcos compradores a través de intermediarios de las mismas comunidades.

Así mismo se reciben denuncias que tienen que ver con la caza furtiva desmedida, al colocar trampas que matan decenas de animales por noche y sólo se aprovechan unos pocos. Las acciones de control por parte de las comunidades resultan adecuadas hasta cierto punto, pero cuando esta práctica se extiende, el problema se sale de las manos de los consejos como de las autoridades ambientales.

En la zona cercana a Buenaventura y Nuquí las comunidades denuncian como los madereros y leñateros de estas poblaciones urbanas, llegan sin permiso y autorización a extraer varas de mangle para leña y para construcción. Existe una veda sobre el mangle que no se cumple y se pueden observar los enormes arrumes de éste en los puertos madereros del principal puerto del país y en las narices del control legalmente establecido por las corporaciones. El mangle rojo (Rhizophora mangle) se aprovecha la madera para leña, la cual es cortada en pequeños troncos para facilitar su transporte a lo largo del río (bolas de mangle) y el nato (Mora megistosperma), utilizado para la producción de carbón y para madera; esta especie esta amenazada a desaparecer en muchas partes del Pacífico.

Los pescadores de toda la costa, a su vez se quejan del atropello de los barcos pesqueros y camaroneros, quienes sobrepasan la barrera de las 2.5 millas marinas de distancia a las playas que les impone la ley y llegan a las bocanas de los ríos y los propios esteros a extraer peces y crustáceos, rompiendo las frágiles redes y trasmallos de los pescadores artesanales y colocando en riesgo sus vidas.

Todas estas situaciones fueron denunciadas ante la Ministra de Ambiente y las respuestas fueron difusas y evasivas, evidenciando un profundo desinterés no sólo por la situación de los ecosistemas, sino también por las comunidades.

Es evidente, entonces que la productividad y la accesibilidad a los recursos que proporciona el manglar, ha llamado la atención de extractivistas foráneos, pero también al ser el punto de encuentro entre tierra firme, el río y el mar, han llamado la atención de los planificadores del desarrollo, quienes desde afuera y desde arriba (en Bogotá Planeación Nacional, INVIAS, Ministerios de Transporte y Ambiente), imponen iniciativas que alteran definitivamente el ecosistema de manglar y consecuentemente la vida e integridad de las comunidades.

Grandes fueron las razones que expusieron los pobladores del arrasado Cupica al Norte del Pacífico, cerca de la frontera con Panamá, para que no se hiciera un nuevo pueblo con diseño arquitectónico y habitacional que no corresponde a las condiciones climatológicas y culturales locales, a la orilla del manglar. La Red de Solidaridad Social de la Presidencia de la República de Colombia, a sabiendas del impacto advertido sobre el manglar que protege esta parte de la bahía, permitió la costosa y cuestionada construcción de un caserío, que para comunicarse con el mar, única vía de acceso, obligó a una ruptura lineal por dos partes distintas del manglar a lo largo de casi un kilómetro de extensión.

El manglar, inicialmente afectado en el año 2000 por el vertimiento de lodos provenientes de desborde del río, no pudo recuperarse y por el contrario se destruye aceleradamente. La captura de conchas y de peces ha disminuido considerablemente y el oleaje y la dinámica de las mareas, amenaza con arrasar la estratégica protección que aseguraba el manglar a los pobladores. Para disminuir impactos en caso de maremoto cabe recordar, según se demostró2  en el caso del tsunami de finales del año 2004 en Asia, las menores afectaciones ocurrieron en las áreas donde estaban protegidos los manglares y los arrecifes coralinos. Frente a la protección de las vidas humanas toma entonces, en palabras de la FAO, mayor prioridad la conservación de los ecosistemas costeros3 y especialmente los manglares.

 

La intervención desde afuera: las acuapistas

Una situación que hace parte de una preocupación creciente y que ilustra claramente cómo las políticas públicas de intervención en el Pacífico van en contra­vía de los postulados ambientalistas y étnicos y afectan en conjunto la región, tiene que ver con el proyecto de las llamadas acuapistas, contempladas en el Plan Arquí­medes”.

En palabras del Ministerio de Transporte4, el “proyecto Acua­pista es un sistema de comunicación y transporte, que une las Bahías de Buenaventura y Tuma­co en la costa Sur del Pacífico colombiano …pretende generar procesos integrales de desarrollo económico y social, en una región tradicionalmente marginada y abandonada del país. Igualmente reivindicar una zona hoy amenazada por el narcotráfico y la insurgencia, como modelo de referencia para Colombia y para el mundo”.

Desde la ingeniería, la obra comprende la canalización de los esteros, que son cuerpos de agua formados por la llegada de los ríos al mar, con una función clave en la vida, puesto que allí nacen las 2/3 de las especies de peces de mar y sirven de protección al ecosistema. La canalización incluye el trazado, el descapote y remoción de manglar y la profundización de canales y esteros.

Esta intervención busca no sólo mejorar la navega­bilidad entre Tumaco y Buenaventura, sino también el reordenamiento territorial, mediante la implantación de agroindustrias, el turismo ambiental y el extractivismo, el dirigido a la exportación de recursos como el naidí, el coco, la pesca y la madera. Una obra de estas características marca la alteración significativa e incluso la pérdida de paisaje que acompañarían irremediablemente impactos de elevado nivel en la vida de las comunidades, a lo largo del andén pacífico de los departamentos de Nariño, Cauca y Valle, que incluye 14 municipios; con lo que se potencia la extracción acelerada y desmedida de los recursos naturales, el aumento y flujo poblacional, la desprotección frente a los riesgos ante eventos naturales calamitosos y una alteración profunda de los sistemas polifuncionales de los pobladores del Pacífico, quienes alternan la producción agrícola asociada al bosque, la pesca, la caza, la recolección, la minería y la artesanía, entre otras actividades desarrolladas de manera tradicional.

 

La mesa manglar

Desde diciembre de 2003, los consejos comunitarios de la zona centro y norte del Pacífico colombiano de Cupica (Bahía Solano) y Riscales (Nuquí) en el Chocó, Bajo Mira y Frontera en Nariño, Río Naya y río Cajambre (Valle del Cauca) y el Cabildo Indígena de San Joaquincito (eperara siapiadaara), se han integrado en la “mesa de trabajo para la defensa de los ecosistemas de manglar”. En este espacio hemos venido discutiendo la problemática que ocurre en los ecosistemas costeros de la zona y especialmente en los manglares, debido a situaciones como: la presión de actores económicos externos, las iniciativas inconsultas por parte del gobierno, la permisividad de las diferentes autoridades ambientales y las mismas prácticas que desde las comunidades afectan negativamente este ecosistema. Estas acciones actualmente vienen generando problemas como:

1.    Explotación indiscriminada de peces, moluscos y crustáceos en general.

 2.    Corte indiscriminado de mangle y nato (madera, varas, leña).

 3.    Taponamiento de los caños por arrojar basuras y restos de árboles y cortezas.

 4.    Captura indiscriminada de reptiles (iguanas) y anfibios.

 5.    Contaminación por aceites y gasolina que provoca la muerte de árboles y ampliación de los esteros

 6.    Debilidad en la apropiación, defensa y vigilancia de los recursos naturales por parte de las comunidades.

 7.    Conflictos por el uso del suelo en estas tierras bajas. Prácticas como la siembra de coco, endurecen el suelo y alteran completamente el ecosis­tema.

 8.    Aprovechamiento de recursos por personas y empresas foráneas.

 9.    El impulso a macroproyectos en la zona.

 10.  Utilización de los esteros como caletas y laboratorios por parte de narcotraficantes.

En los cuatro encuentros regionales que hemos realizado, hemos compartido y analizado la situación ambiental y socioeconómica que encierra el uso de estos ecosistemas vitales en el planeta y especialmente para las comunidades locales que los hemos usado ancestralmente. En estas reuniones hemos hecho propuestas para su manejo sostenible del manglar, priorizando su conservación y el uso sostenible desde las comunidades. Pero viendo como no se detiene el deterioro de los manglares, la privatiza­ción de las playas, la intensificación de la explotación de los ecosistemas en general y sobre todo la amenaza de permanencia y la calidad de vida de las comunidades de manglar en el litoral Pacífico colombiano, se decidió actuar en un espacio de trabajo en el que se tienen los siguientes principios:

1.  Que haya solidaridad entre las organizaciones.

2.  Se busca que haya inclusión de los consejos y organizaciones amigas y vecinos de la región, que tengan interés y compromiso en defender los ecosistemas costeros y principalmente los manglares.

3.  Para no repetir esfuerzos y dispersar los planes de manejo del territorio y en general los planes propios, esta iniciativa no será una rueda suelta. Será integrada a los planes.

4.  Las organizaciones saben que los manglares requieren de manejo sostenible y que eso comienza por revisar las prácticas inadecuadas.

La mesa de manglares, conformada por consejos comunitarios y cabildos indígenas del litoral Pacífico colombiano, decide entonces como autoridades ambientales, ejercer con autonomía acciones para la defensa, protección y manejo sustentable de los manglares, buscando alternativas productivas que garanticen la permanencia de estos ecosistemas y el bienestar de las comunidades asociadas a ellos.

Esto se ha hecho teniendo en cuenta que:

1.  Los problemas ambientales que presentan los manglares, requieren de un trabajo responsable y conjunto.

2.  Se empiezan a observar y sufrir problemas sociales y económicos que guardan relación con la afectación ambiental y requieren atención urgente.

 3.  Los consejos comunitarios apuestan a ir asumiendo funciones estratégicas que los consoliden como autoridades ambientales.

 4.  Las mujeres, por su estrecho vínculo con el manglar, toman parte importante en las soluciones y junto con los hombres, deben tomar parte activa en las distintas iniciativas.

Sin embargo es muy claro para las organizaciones, que además del esfuerzo para actuar conjuntamente se requieren amigos, puesto que el territorio del Pacífico es ahora la nueva ventana que define intereses económicos y políticos muy fuertes de cara al comercio.

 

Las mujeres recolectoras de Piangua en Tribugá

En Tribugá, un pequeño poblado del Chocó - Colombia, que perdió alrededor del 80% por el desplazamiento forzado que provocó la incursión de las AUC y el asesinato de cinco personas en el año 2001, las pocas familias que retornaron a la comunidad dependen como pescadores y piangüeras del manglar.

Allí, exactamente donde está la comunidad y el manglar de 1000 hectáreas aproximadamente, se proyecta además la carretera que unirá el litoral pacífico chocoano con la región occidental de Colombia como también la construcción de un puerto que sirva a las exportaciones venezolanas de hidrocarburos por el Pacífico colombiano.

Un grupo de mujeres tomó la decisión de defender el manglar, con la conciencia que están defendiendo de manera inmediata los recursos básicos de la comunidad, pero también están asumiendo la defensa del territorio ante el riesgo de ser enajenadas sino se organizan. Paula, Neila, Cándida, Amparo, Elda, Anuncia, María, María del Rosario, Carmen, Arcenia, Samira, Luz, María Trinidad, Ayda María, Veneranda, Zoraida, Tarcila y Yei, han iniciado ellas mismas la vigilancia y control del manglar, mediante la puesta en marcha de vedas y reglamentos para la cosecha de pianguas y asumiendo el trabajo como un aporte a la conservación de la ensenada de Tribugá. 

Además de las mujeres de la comunidad, otras mujeres están sin maridos porque fueron asesinados o porque están desplazados y ante la falta de oportunidades laborales en Nuquí, van también a recolectar piangua. La recolección de la piangua la realizan fundamentalmente las mujeres. Rara vez se encuentran hombres en esta actividad. 

En el pasado las mujeres salían a faenas de piangua, para preparar manjares exquisitos en determinadas épocas del año o celebraciones (fiestas comunales, bautizos, matrimonios, etc.). No obstante esto empezó a cambiar en la medida en que se iban deteriorando las condiciones económicas y sociales de las comunidades. La piangua comenzó a ser recolectada para abastecer demandas de restaurantes de las grandes ciudades del Pacífico y aún del interior del país. Este proceso llevó a que no se respetaran vedas en determinadas épocas que permitían su recuperación o no se respetaran los tamaños de las conchas. Esta situación, junto a que la explotación del mangle (madera muy apetecida para la construcción de casas) condujo al deterioro de los manglares, llevó a una disminución considerable de la piangua que se refleja en los siguientes datos: Mientras antes una persona podía recoger en una jornada de 6 horas hasta 70 docenas de conchas, en la actualidad en las mejores jornadas sólo se recogen de 20 a 30 docenas. 

Por lo general las piangüeras de Tribugá recolectan la piangua por encargo. Determinada persona que viaja a Quibdo o Medellín, encarga un número determinado de libras de piangua. Las mujeres salen a tempranas horas de la mañana en sus botes de remo para adentrarse en los manglares. 

El día anterior acordamos donde vamos a pianguar. Apenas esta amaneciendo salimos. Llevamos algún bocado para aplacar el hambre. Antes había abundancia y uno no necesitaba sino un par de horas para sacar lo que necesitaba para una buena comida para toda la familia. Esto ya se acabó. Hoy estamos en el manglar hasta 8 horas, de acuerdo al pedido que nos hacen. Por eso ahora además del bocado tenemos que llevar “biche”5 para calmar los fríos del estómago, pues uno está llena de lodo todo el tiempo. Sólo nos vamos cuando tenemos las libras encargadas...: La libra se pesa cuando las conchas han sido lavadas. Para una libra de piangua, se necesitan de 6 a 7 docenas de conchas, dependiendo del tamaño. Cuando uno llega a la casa no quiere hacer nada, piensa solo en descansar para estar con fuerzas para el día siguiente. Con solo decirle que uno no quiere ni saber del marido... ese “chumbe de frío” que coge uno en el manglar le quitan todas las ganas... esto lo acaba a uno muy rápido. Si no fuera por la necesidad, nosotros no íbamos al manglar... El manglar tiene muchos peligros, las enfermedades de la piel, pero también los animales... allí está el ‘camarón bravo’, que cuando lo puya a uno le produce un dolor horrible en toda la mano o el pie. También está el ‘pejesapo’ que cuando le entierra a uno la espina duele más que el camarón bravo. A mi gracias a Dios no me ha picado todavía la culebra de agua, que también hay en el manglar... Cuando estamos de buenas, sacamos unas 4 libras de piangua, que vendemos a 3.500 pesos la libra, pero por lo general conseguimos de 2 a 3 libras”. 

 __________________

[1] Este espacio de coordinación de los consejos comunitarios y autoridades indígenas, viene funcionando desde el año 2003 y está conformado por los consejos comunitarios del Naya, Cajambre, Cupica, Nuquí y el Resguardo indígena de San Joaquincito. Han estado participando en algunos encuentros el Consejo de Bajo Mira- Frontera y los Delfines de Bahía Solano. C.e: programtdg@swissaid.org.co

[2] http://www.scidev.net/News/index.cfm?fuseaction=readNews&itemid=1823&language=1

[3] http://www.fao.org/newsroom/es/focus/2005/103129/article_103143es.html

[4] Ministerio de Transportes y obras públicas. Presentación del Plan Arquímedes. Septiembre de 2005

[5]  Bebida alcohólica tradicional del Pacífico hecha a base del jugo de caña de azúcar, fermentado y destilado tradicionalmente. Las curadas o balsámicas toman como base el biche que es aromatizado con yerbas.

Publicado en Enero 23 de 2006| Compartir
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