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Experiencias Locales

Impacto de la crisis climática en la vida de las mujeres de Santander

Claudia Gimena Roa, Febrero 13 de 2012, Este artículo ha sido consultado 628 veces

Si hay algo que hemos reflexionado un grupo de diversas asociaciones de mujeres campesinas, madres comunitarias, ambientalistas y pescadoras en el departamento de Santander - Colombia, es sobre nuestra lucha cotidiana para lograr una dignificación de nuestra labor en las diversas temáticas que abordamos, y de esta forma poder enfrentar las dificultades, entre ellas la crisis del cambio climático. Por ello, no hemos dudado empezar el diálogo mediante encuentros e intercambios entre nosotras mismas, que nos ha permitido analizar y establecer estrategias y puntos en común de defensa del patrimonio ambiental y cultural de nuestra región.

Para mayor información sobre algunos de estos casos de estudio, se puede consultar las siguientes publicaciones de Fundaexpresión: cartilla “Cosechando Agua y Alimentos”, video documental “Guardianes de Semillas”, video documental “Piña Dulce y Agua Amarga”. http://www.youtube.com/user/FUNDAEXPRESION
- Según fuentes oficiales, en el 2005, el 63% de la población colombiana vivía en condiciones de pobreza, de estos hogares el 26.6% tenía jefatura femenina. La indigencia afecta al 31% de la población colombiana; el 31.4% de los hogares en condiciones de indigencia tiene jefatura femenina.

Las estadísticas de desempleo, violencia y marginalización no mienten, e inclusive a veces se quedan cortas en mostrar la situación real de las mujeres en Colombia. A pesar de los años, de los discursos y las promesas de mejores condiciones, la lucha de las mujeres es dura y la inequidad sigue en todos los ámbitos de la vida social, económica y política.

Hablaremos específicamente del departamento de Santander, ubicado en la zona nororiental de Colombia, que se divide básicamente en dos ecoregiones: la zona andina, con una topografía montañosa y el Valle del Magdalena Medio, que es relativamente plano. En este territorio hemos tomado tres casos concretos que sirven para análisis y debate para ilustrar los impactos diferenciados de la crisis climática en la vida de las mujeres.

De esta manera, presentaremos la situación de una asociación de mujeres campesinas en el municipio de Lebrija afectadas por la desertificación, una asociación de pescadores artesanales que han luchado por la defensa de su territorio en el Río Magdalena y un grupo de mujeres desplazadas, vulnerables y de redes de mujeres feministas que enfrentan los retos de las inundaciones en barrios marginados del Área Metropolitana de Bucaramanga.

 

Mujeres campesinas enfrentan los impactos de la desertificación y la sequía

El primer caso se refiere a la Asociación Municipal de Mujeres Campesinas de Lebrija (AMMUCALE) ubicado en la zona montañosa. Este grupo con más de 300 mujeres afiliadas, se fundó en el año de 1996 con el propósito de ser una organización comunitaria que agrupara a las mujeres campesinas del municipio de Lebrija. Su plan de acción se ha centrado en la transformación de las relaciones de género, la promoción de su desarrollo integral, buscando mejorar el nivel de vida de sus asociadas y el de las familias rurales, gestionando y liderando proyectos económicos, ambientales, sociales y culturales.

“En las relaciones de género, en Lebrija las mujeres se encuentran en una situación de discriminación y subordinación frente al género masculino y la sociedad, que las limita en el acceso y control sobre los recursos y beneficios disponibles para su desarrollo, a partir de esto, las mujeres de AMMUCALE han tenido que hacer frente a limitantes que han configurado el curso de la experiencia desde sus inicios: ausencia de reconocimiento al trabajo productivo, comunitario y doméstico de la mujer; violencia intra familiar; subordinación y baja autoestima; altos índices de analfabetismo y bajo nivel escolar”.

En los últimos años el cambio climático ha tomado fuerza en el plan de acción de AMMUCALE, debido a la difícil situación de acceso al agua y de las sequías. El fenómeno de El Niño, en el cual es protagonista la ausencia de precipitaciones y la prolongación de la temporada seca, llegó a Colombia a finales de 2009 y ha originado una fuerte sequía y el descenso de agua en las fuentes hídricas. Las cuencas de los principales ríos y quebradas de Lebrija han descendido notoriamente. En Colombia, el fenómeno de El Niño se ha presentado cuatro veces en lo corrido de este siglo: 2002, 2004, 2006 y 2010, todos de intensidad moderada; aunque el período 2009 - 2010 ha sido el más fuerte de los cuatro.

Paulina Rodríguez, presidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda El Salado y miembro de AMMUCALE comenta: “Sufrimos diariamente los problemas de la contaminación del agua y la falta de agua potable para nuestras familias. También en los animales de nuestras fincas se generan problemas de salud. Igualmente, enfrentamos los impactos sociales y ambientales de la escasez y mala distribución del agua”.

Este testimonio se constata con datos del hospital de Lebrija donde las infecciones intestinales, los brotes en la piel y los parásitos constituyen 20% de las causas de enfermedad en el municipio. Esta problemática es consecuencia directa de la problemática del agua, que afecta la población más vulnerable como son mujeres, niños, niñas y adultos mayores. En el sector rural de Lebrija, solamente un acueducto cuenta con sistema de agua potable, el resto de los habitantes del campo (aprox. 95%) usan agua no tratada o inapropiada. 

El cambio climático en Lebrija está causando, como en muchas otras partes del mundo, sequías, erosión del suelo y desertificación, con el agravante del cambio y transformación del paisaje por la siembra de monocultivos y la explotación irracional del agua por las agroindustrias. Estudios han demostrado que la deforestación en la región de Santander alcanza entre 4.500 y 10.000 hectáreas al año, mientras la expansión de monocultivos, plantaciones comerciales y ganadería extensiva se ha incrementado en 329% en los últimos 5 años.

En Lebrija, las mujeres campesinas de AMMUCALE que han liderado campañas por la soberanía alimentaria, el derecho fundamental del agua, la justicia climática, además del impulso de economías locales y la conservación de reservas de bosques, se han visto doblemente perjudicadas. Las últimas sequías han impedido que ellas y sus familias puedan cultivar y proveerse de su propio alimento, como hasta hace poco lo habían hecho. Además, ellas han tenido que quedarse con toda la carga laboral y doméstica, pues muchas veces sus esposos e hijos salen a trabajar afuera en busca de su “jornal” para poder sobrevivir.

Asimismo, la situación de las mujeres en Lebrija se ve agravada, pues los títulos de tierra tampoco pertenecen en muchos casos a ellas: “cuando se define la compra de tierra; en la mayoría de los casos, los hombres toman decisiones de ser los dueños, según ellos para poder después hipotecar, arrendar o vender la tierra”, según Cecilia Ibagos, una de las socias fundadoras de AMMUCALE. Y esto ha hecho que las mujeres en momentos críticos como estos dependan totalmente de los hombres, y si hay necesidad de venta de la propiedad o desplazamiento de la familia, ellas quedan totalmente desprotegidas.

 

Mujeres pescadoras del Río Magdalena, desplazadas por el conflicto armado colombiano y la crisis climática

En el camino por el intercambio y el diálogo de experiencias Ammucale se ha reunido en varias ocasiones con la Asociación de Pescadores Artesanales y Agricultores del Magdalena Medio (ASOPESAMM), que agrupa 15 mil familias de pescadores artesanales, y que de igual manera han sufrido las consecuencias de la crisis climática y del conflicto armado en Colombia. Las reuniones de encuentro entre estos dos grupos de mujeres han tenido como prioridad tratar el tema de la soberanía alimentaria y el papel de las mujeres como eje fundamental en los procesos de transformación social que buscan alternativas a las problemáticas ambientales y sociales que tienen los territorios rurales.

Los pescadores artesanales que se alimentan principalmente de la pesca en el Río Magdalena, han experimentado en los últimos años la inclemencia de los extremos climáticos (sequías e inundaciones) que afectan el régimen hídrico:

“La inundación ocurrida en noviembre de 2008 sólo es comparable con una ocurrida hace treinta años, en las últimas décadas no se ha presentado ninguna de tal magnitud. Las actividades económicas de la población afectada son: pesca, extracción de arena de río, comercio informal, empleo en el sector privado y público. Los agricultores, previo a la emergencia, se dedicaban a productos de pan coger y no tenían capacidad más allá del autoconsumo, debido a la poca tierra disponible y a su distribución. Debido a la escasa disponibilidad, no existe acceso material ni económico a alimentos. La seguridad alimentaria de las familias afectadas, es afectada por las inadecuadas condiciones de saneamiento básico y la carencia de agua potable, que junto con la dificultad para acceder a programas de promoción y prevención en salud, dificultan la preparación de alimentos y su aprovechamiento biológico”.

A pesar de todas las dificultades por la inequidad social y la crisis climática, ASOPESAMM como asociación de comunidades y mujeres pescadoras busca reagrupar y fortalecer las iniciativas para la recuperación de la pesca y los humedales del Magdalena Medio. La pesca artesanal es realizada en ríos, quebradas, ciénagas, caños, en donde el río Magdalena es punto de articulación atravesando varios departamentos. Aunque los pescadores poseen limitado acceso de tierras, han empezado un proceso de soberanía alimentaria, fomentado estrategias de repoblación pesquera de sus ciénagas, complementado con la creación de granjas familiares.

Miriam Gutiérrez, miembro directivo de Asopesamm, muestra su preocupación por el deterioro del patrimonio ambiental: “En ese año de sequía la tierra quedó partida en dos, quedó tierra pelada, y quedó tierra que usted podía caminar hasta la mitad de la ciénaga, quedaron como charquitos ... ASOPESAMM nace desde el 2001, pero nace con otra visión: ya no hay peces, ya no hay agua, los humedales se están secando, es una lucha por restaurar la especie y mantener el medio. La especie declinó, nosotros éramos los aportantes del 75% del producto pesquero que aportaba la cuenca del Magdalena, y ahora solo somos aportantes de un 4%. Después de producir 78.000 ton/año, se producen 7.000 ton/año. Según las últimas estadísticas que hizo la CCI - Corporación Colombia Internacional, que culminó sus estudios y se determina que la especie, prácticamente la que la que más monitorea que es el bochachico, está agotada prácticamente”.

Allí, la pesca artesanal que es proveedora de una de las mejores fuentes energéticas de la región, ha sido afectada por una serie de impactos climáticos, así como intereses económicos que impiden el manejo tradicional de los pescadores en su territorio. La producción pesquera artesanal, que da sustento y alimenta a más de quince mil familias, ha tenido que vérselas con innumerables amenazas. Los pescadores representan el arraigo cultural que las comunidades afrocolombianas tienen sobre su territorio. Son además ejemplo de resistencia y protección de sus humedales frente a los impactos de la ganadería extensiva, explotación minera y petrolera, y las plantaciones de palma aceitera.

Por si esto fuera poco, la situación alimentaria de los lugareños se percibe más sombría, pues se cierne sobre ellos el megaproyecto de la represa del río Sogamoso (Hidrosogamoso), el cual cerraría las puertas a la pesca artesanal debido al estancamiento de las aguas de este río. A esto se suma la compleja situación de orden público y desplazamiento en la región que ha afectado directamente a los lideres de pescadores y las mujeres cabeza de familia.

Miriam, hija de pescador, siguió su herencia familiar, y demuestra la tenacidad de muchas mujeres pescadoras quienes tienen mayores responsabilidades para mantener sus familias: “Mi papá me decía de la lucha de los pescadores y yo quedé con todo eso en la cabeza y hablaba mucho con él y por eso me quedé con la espinita, creo que por eso me quedé en el proceso, de ver que uno como pobre, económicamente no de espíritu ni de sapiencia ni de nada de eso, como pobre económico no tiene mas herencia que dejarle a sus hijos, sino dejarle un camino, una trocha, le dejamos una trocha porque inclusive no vamos a alcanzar a dejarle el camino completo. Le dejamos una trocha en donde nuestros hijos e hijas tengan la oportunidad ... Creemos que el proceso va a ser válido y va a seguir en el momento en que lo cojan los jóvenes, y que ellos entiendan que la pesca da mucho, y que el pescador artesanal no se puede acabar porque en el momento en el que el pescador artesanal se acabe los humedales se van, desaparecen totalmente porque no hay quien los pelee, no hay quien los cuide, no habrá ninguno y será la cloaca de las grandes urbes”.

 

Mujeres desplazadas, mujeres vulnerables y redes sociales enfrentan la Crisis Climática debido a las Inundaciones en el Área Metropolitana de Bucaramanga

Las mujeres campesinas de AMMUCALE lograron en un encuentro de intercambio por el derecho a la alimentación y la defensa de las semillas criollas, en el mes de agosto 2006, dialogar con asociaciones de madres comunitarias y mujeres desplazadas y vulnerables, así como organizaciones sociales como la Ruta Pacifica de Mujeres y la Fundación Mujer y Futuro9 ; dichas organizaciones desarrollan acciones para la promoción integral de la sociedad y especialmente de las mujeres santandereanas, en áreas como la valoración personal, la divulgación y defensa de los derechos humanos, la atención y prevención de la violencia intrafamiliar, y la solución pacifica al conflicto armado colombiano.

De ese encuentro salió algo muy positivo y es que las mujeres urbanas se animaron a impulsar iniciativas de agricultura, a sembrar en los barrios, y proveerse parte de su alimentación y con ello levantar su autoestima. De igual forma, las mujeres rurales entendieron la posibilidad de reafirmarse en su arraigo a la tierra y la importancia del diálogo campo - ciudad, en el marco de la soberanía alimentaria.

Tanto las mujeres urbanas como las rurales han sido victimas del desplazamiento forzado por el conflicto armado. El Área Metropolitana de Bucaramanga es el mayor receptor de desplazados en el departamento de Santander, con 66.392 personas, de ellas el 40% provienen del departamento y el 60% de otras regiones, por las siguientes causas: amenazas de muerte (31%); desalojo de tierras por presión de terratenientes (28%); evitar reclutamiento de grupos armados al margen de la ley (16%); acusados de ser informantes (11%); negarse a colaborar (7%), son algunas de las causas del desplazamiento generado por paramilitares y grupos similares (54%); guerrilla (40%); y ejército (6%).

Mucho se ha dicho sobre el conflicto armado de Colombia, pero lentamente también se empiezan a visualizar otras problemáticas como son la pobreza extrema, cuyos pobladores se les denomina población vulnerable y las victimas del cambio climático. Todas las víctimas ya sea del conflicto armado, la pobreza o el cambio climático han tenido que refugiarse en cambuches, que son viviendas indignas que han sido construidas con latas de cinc y madera, muchos de ellos situados en zonas como las orillas del caudal del Río del Oro y del Río Frío, que atreviesan el Área Metropolitana de Bucaramanga. De esta manera, el día 9 de febrero de 2005, después de 17 horas de intensas lluvias, la mayoría de las 5 mil viviendas afectadas y 15 mil damnificados que dejó ese desastre, fueron familias ubicadas sobre los cauces de estos ríos.

Con respecto a las mujeres victimas del cambio climático, podemos decir que tanto la población desplazada como la vulnerable sufren doblemente el desplazamiento. Esto lo corroboran los testimonios, de Audrey Robayo Sanchez, Graciela Terraza Herrera y Sandra Luna de la Ruta Pacifica y la Fundación Mujer y Futuro.

Graciela Terraza manifiesta: “cuando se presentó la emergencia por la ola invernal este día de febrero de 2005, empezamos a recibir llamadas en los que se nos solicitaba apoyo para los grupos de mujeres desplazadas y vulnerables con las cuales trabajábamos. Allí nos dimos cuenta de los sufrimientos de ellas por los deslizamientos, las avalanchas, las caídas de casas, la contaminación del agua y la falta de energía eléctrica”. Ese día según Audrey: “hubo angustias por dos semanas. Seguía lloviendo y los habitantes de cambuches de los barrios Café Madrid, el Túnel de Norte de Bucaramanga y del Suratoque de Floridablanca fueron llevados a sitios temporales de albergue”. Años después de estas inundaciones por problemas de ineficiencia del Estado y de corrupción muchas de estas damnificadas estaban todavía ubicadas en estos albergues “temporales”.

Graciela Terraza manifestó que la reacción de las mujeres y de los hombres frente al desastre fue distinta: “los hombres se quedaron paralizados, mostraron susto. Las mujeres se movían más, por sus hijos, por sus familias”. Según Sandra Luna: “ahí está presente el tema del cuidado de la vida y de la capacidad de resilencia de las mujeres”. Después del desastre, “las mujeres salieron a buscar trabajo en casas de familia: lavando, planchando y hasta prostituyéndose”, dijo Audrey.

A la pregunta sobre impactos diferenciados, ellas manifestaron los siguientes puntos: “Las mujeres son doblemente vulnerables. Primero porque después de los desastres, además de salir a trabajar o buscar dinero, ellas se preocupaban de la continuación de la educación y de la alimentación de su familia e incluso de cómo proteger a sus hijos de las posibles violaciones en los baños improvisados”. Además, las mujeres en general han tenido mucha dificultad porque no poseen títulos, y cuando llegan por el desplazamiento (del conflicto armado o de la crisis climática), los que aparecen como cabeza de hogar son los hombres, así que las ayudas humanitarias se les entregan a ellos, y las mujeres quedan sin nada.

“Las organizaciones humanitarias, el Estado y la iglesia han hecho énfasis en brindar ayuda a la población desplazada por el conflicto armado, de tal manera que cuando sucedió la tragedia de la ola invernal, las ayudas del agua, vestido, alimento o subsidios, eran entregados sólo a los inscritos como desplazados por el conflicto armado, y las personas como los damnificados por las inundaciones, casi no recibieron ayuda o asistencia humanitaria. Esto ha creado envidias y además la situación de hambre y de sed, ha hecho que el tejido social se rompa.” comenta Audrey. De esta manera las victimas del cambio climático y de la pobre extrema son invisibilizadas y olvidadas.

Las mujeres han tratado de incidir políticamente para que la situación de las mujeres cambie, por eso impulsaron la iniciativa del auto 092-2008 de la Corte Constitucional para las mujeres en situación de desplazamiento forzado. Hay varios aspectos del auto que resultan fundamentales en cuanto al trabajo de las organizaciones de mujeres y la situación de las violencias contra las mujeres en Colombia, particularmente: 1) El reconocimiento de las mujeres como sujeto político, víctimas y sujeto de derechos y 2) El reconocimiento de prácticas de violencia sistemática contra las mujeres en el marco del conflicto armado. Esto muestra un resultado importante en términos de los esfuerzos realizados por las organizaciones de mujeres de cara a la visibilización de los impactos del conflicto armado y en el reconocimiento de la afectación diferencial de las violencias contra las mujeres. 

Dentro de la visión de trabajo de las mujeres por la justicia climática en Colombia, quisiéramos resaltar que al igual que el auto 092 del 2008, en el cual se hace un reconocimiento especial a las mujeres desplazadas, es necesario visibilizar de igual manera la situación de las mujeres víctimas por el cambio climático, al igual que insistir en la incidencia política, que va a la par con nuestro trabajo como redes de mujeres campesinas, urbanas, ambientalistas y pescadoras. Esto con el fin de seguir luchando por el derecho fundamental al agua, por la soberanía alimentaria y la defensa de los ecosistemas esenciales de bosques, ciénagas y zonas de páramo.

 

A manera de conclusión

• Existen un sinnúmero de aspectos que impedirían que cualquier proyecto de cooperación en el ámbito rural sea totalmente efectivo, por las condiciones estructurales de inequidad en el campo, y más aún frente a la problemática de la crisis climática. Sin embargo, muchas mujeres han dado ejemplo y están ejerciendo cargos de dirección y de coordinación en las asociaciones campesinas, juntas de acción comunal, concejos de planeación municipal y departamental.

• Reconocemos que el papel de la mujer no es sencillo frente a los patrones sociales y culturales arraigados en las familias, en las comunidades y en el espacio municipal y nacional. No obstante, es claro que las asociaciones y redes de mujeres en Colombia han sido históricamente -y son hoy- una plataforma para demostrar la viabilidad de sus propuestas y alternativas de vida, hacia la garantía de los derechos sociales, económicos y culturales.

• El empoderamiento de las mujeres significa que ellas se puedan dotar de mayor sensibilidad de los factores que tienen influencia sobre sus propias vidas, desarrollar mayor confianza para analizar y expresar sus realidades, ampliando las oportunidades de tener una participación verdadera en los espacios de desarrollo comunitario, particularmente, en este caso frente a la autonomía alimentaria, los mercados locales y la gestión económica, cuya papel es vital para la calidad de vida de las mujeres.

• Las mujeres campesinas han entendido la importancia del concepto de la dignidad humana, como forma de reivindicación de las costumbres, de la tradición, de la cultura, de formas de ver, conservar y preservar la vida, frente a propuestas antagónicas como la mercantilización, la inequidad, la violencia y las falsas soluciones frente el cambio climático.

• Se ha visto el impacto positivo del diálogo entre grupos de mujeres, el cual se potencia mediante intercambios y encuentros con otras asociaciones campesinas, de mujeres indígenas y afrodescendentes, de pescadoras y madres comunitarias, lo cual ha permitido consolidar metas comunes y prioridades de acción para sus proyectos de vida, así como visualizar los resultados alcanzables por otras mujeres en el ámbito regional, nacional e internacional.

• Se destaca la necesidad de una nueva mirada a la crisis climática, desde una perspectiva de la cosmovisión de las mujeres campesinas e indígenas, como punto de partida para analizar una realidad alimentaria, lo cultural, productiva y ambiental. Esto significa reconocer las implicaciones del deterioro ambiental y la inseguridad alimentaria, en virtud de las relaciones de poder e inequidad en el acceso a la educación, la salud y los bienes colectivos (tierra, agua, semillas).

• Hay que alentar y estimular la participación de las mujeres a través de reuniones nacionales e internacionales, donde se quiere priorizar la toma de decisiones, por parte de las mujeres, en los aspectos de planeación y desarrollo de proyectos de soberanía alimentaria, vivienda rural, educación alternativa, en relación con su aporte en las alternativas de prevenir el cambio climático, la defensa de la biodiversidad, y los procesos de construcción de paz.

• Se pretende fortalecer proyectos productivos con las mujeres rurales, haciendo énfasis en alternativas sostenibles y reservas campesinas y comunitarias de bosques. De igual manera, se promueve su conocimiento tradicional en torno al acceso, rescate y manejo sustentable de la agrobiodiversidad.

Publicado en Febrero 13 de 2012| Compartir
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