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Biogeografía orinocense vs modelos de desarrollo insostenible

Joaquín Molano Barrero, Colombia, Febrero 12 de 2015, Este artículo ha sido consultado 675 veces

Ayer encontré una palma plantada en la orilla del río, y me dijo con el alma que su entorno se ha perdido. Los aviones que fumigan de arroz inmensos plantíos, mataron toda la fauna que adornaba el llano mío.

Melecio Montaña (1997)

De la geografía llanera

Para cronistas y conquistadores europeos tempranos, las extensas planicies y mesas que configuran la cuenca del Orinoco, fueron reconocidas como el paraíso terrenal por la abundancia y calidad de las aguas, la belleza de sus paisajes y la diversidad de plantas y animales, desconocidos muchos de ellos. El concepto básico para entender la Orinoquia, según Domínguez (1998) es el de cuenca hidrográfica, relacionada con la red hidrográfica que confluye en el río Orinoco. Bajo este concepto, el territorio orinocense comprende la vertiente oriental de la Cordillera Oriental, el macizo de las Guayanas y las llanuras, terrazas y altillanuras que se extienden entre los sistemas montañosos mencionados. Así entendida, la Orinoquia es un extenso valle intermontano que se extiende entre las selvas amazónicas y las planicies litorales sobre el océano Atlántico. En su aparente homogeneidad, la Orinoquia es un mundo ecuatorial muy complejo. Puede ser un mar verde surcado de poderosos ríos con extensos humedales y esteros, pero por sus relieves planos y ondulados se identifica como una región homogénea, aunque no sea así. Por sus variados relieves, las condiciones climáticas que han originado ambientes particulares y posibilidades de vida, por los procesos de poblamiento, colonización y desarrollo cultural, así como por la riqueza de la vida acuática y continental, la Orinoquia se constituye en una región de gran heterogeneidad. En su interior, se identifican claros paisajes como son: vertientes andinas, piedemontes, llanuras aluviales de desborde, llanuras eólicas, terrazas aluviales, sabanas planas y disectadas, el andén del río Orinoco y las selvas transicionales hacia la Amazonía. Cada uno de estos paisajes origina ambientes y condiciones propias para la permanencia y desarrollo de la vida (Mejía, 1985).

De acuerdo con los registros del tiempo atmosférico, se identifican dos épocas de acuerdo a las lluvias, entre abril y noviembre y la época seca que se extiende entre diciembre y marzo. Durante las fases glaciares, la Orinoquia cambiaban en forma extrema, pues todo el centro de las planicies de Colombia y en Venezuela, se convertían en desiertos y las zonas circundantes selváticas eran sustituidas por vegetación de sabanas, en tanto que las selvas se refugiaban en pequeños nichos donde la vida encontraba espacios para perdurar, especiarse, diversificarse y diferenciarse, enriqueciendo de esta manera la biodiversidad específica y los endemismos. Pasadas las glaciaciones y bajo condiciones climáticas óptimas, la vida recuperaba sus anteriores espacios y los paisajes reverdecían, llenos de vida y recreados en complejas culturas hidráulicas llaneras.

Antes de la llegada de los conquistadores y culminada la última glaciación, la fisonomía de la Orinoquia era muy distinta a la actual. Una orla muy amplia de selvas ecuatoriales cubría las vertientes andinas, copaba los piedemontes y se adentraba en las planicies alrededor de 150 kilómetros, interconectándose con las selvas que cubrían las montañas de Guyana, a través de amplios corredores que atravesaban las sabanas. Estas selvas de galería se extendían más de 15 kilómetros a lado y lado de los principales ríos y caños, llegando en muchas áreas a conformar una selva compacta, de igual composición y estructura a las selvas amazónicas. Tampoco las sabanas eran campos exclusivamente conformados por gramíneas, gran cantidad de hierbas, arbustos y árboles mostraban sabanas arboladas con enorme diversidad florística y faunística, habitada por grupos de indígenas que ocupaban selvas, ríos, sabanas, serranías y piedemontes. Cosmovisiones profundas surgieron interpretando y sintiendo toda la trascendencia que se encuentra en la vida, los diferentes ambientes, el curso de las aguas, las tolvaneras, los amaneceres y las guías del firmamento. Las culturas criollas o llaneras constituyen un patrimonio invaluable y una gran riqueza en términos de pensamiento y de sabiduría para el manejo, uso y buen vivir de la naturaleza y los seres humanos orinocenses. Biogeografía y cultura son parte esencial de la riqueza orinocense. No se puede entender la evolución de la vida ni comprender la existencia cultural de los pueblos, sin integrar naturaleza, sociedad y pensamiento.

En las culturas ancestrales, la madre tierra era fuente original del universo y gobernaba el destino, la eternidad, la sabiduría, el amor, el nacimiento y la muerte (Sheldrake, 1994). Tan importante es la diversidad biológica y paisajística como el profundo sentido y significación de la cultura como fuerza creadora y reguladora del mundo (Molano, 1998). En este sentido de integralidad debe ser entendida la territorialidad de nuestros pueblos. Antes de la invasión civilizatoria europea, las sabanas y selvas ecuatoriales de la Orinoquia constituían un emporio de vida y de diversidad cultural. Desacralizado el mundo orinocense se despeja el camino para la manipulación, el ecocidio y el genocidio, que aún hoy no terminan. El dominio, el saqueo, la cacería de seres humanos para desollarlos y vender sus pieles en los mercados europeos, la extracción de plantas, animales y minerales hacen parte de la fatalidad que atraviesa la geohistoria orinocense. En palabras de Rosenzvaig (1996) el desierto es el punto culminante de la naturaleza y las sociedades sometidas a guerras de conquista y al saqueo de sus dones y riquezas.

 

De la biogeografía llanera

La vida orinocense crece entre atmósferas de mastranto, infinidad de estrellas y atardeceres de fuego. Las sabanas, connaturales con el fuego, albergan más de 200 especies de gramíneas adaptadas a todos los ambientes. Sobresalen saetas peludas y lisas, pasto de embarre, guaratara y gran diversidad de pajas de agua; fuente de alimento a hormigas y comejenes, y a su vez, base proteínica de los llaneros. Aludiendo sólo a la vida silvestre, los ríos constituyen verdaderas matrices de vida, pues contienen la producción y reproducción de especies desde las aguas más profundas hasta los rebalses, esteros e interfluvios. Dicha diversidad la conforman peces, crustáceos, larvas de infinidad de insectos, anacondas, caimanes, tortugas, así como árboles de caucho, pasionarias y moriches, acompañados con batracios, chigüiros, babillas e innumerables aves autóctonas y migratorias, junto con manatíes y delfines. De los peces de los complejos sistemas fluviales, se han identificado 70 especies sólo para el río Meta, considerándose una mayor diversidad en las distintas comunidades acuáticas de la red hídrica de pantanales, lagunas y zonas de desborde de las corrientes, poco estudiadas y ya muy intervenidas (Garcés, 1997). Dentro de los peces para el consumo sobresalen grandes bagres como valentón, amarillo, cajaro, yaque, rayado, cabodehacha, carábano, junto con cachamas, yamúes, payaras, caribes, dormilones, nicuros, bocachicos (coporo), mojarras, cuchas, palometas, chorrosco, temblones, gambitanas y rayas. Complementa estas referencias la rica presencia de peces ornamentales, con gran cantidad de géneros y especies, demandados por el mercado internacional. Los peces orinocenses conllevan una larga y compleja historia evolutiva en el tiempo geológico. Aún existen peces pulmonados y acorazados, verdaderos fósiles vivientes de 350 millones de años, los cuales soportan las sequías enterrados en los lodos de los esteros, junto con babillas, ranas, guabinas, curitos, corronchos y anguilas de río, todos los cuales sobreviven a la sequía reduciendo su metabolismo basal o tomando oxígeno atmosférico mediante adaptaciones especializadas. Caimanes, tortugas, serpientes y aves, son sobrevivientes de la misteriosa extinción de los dinosaurios (Garcés, 1997).

Con apenas unos inventarios parciales, se puede decir que la Orinoquia colombiana tiene una riqueza íctica cercana a las más de mil especies que contiene el llano venezolano, sin contar con las especies endémicas colombianas que hay que verificar (Hernández, 1993). La abundancia de aves en los llanos le da a Colombia uno de los primeros lugares en diversidad. Son especies muy adaptadas a ambientes abiertos de sabana, áreas ribereñas, esteros y pantanales, matas de monte y selvas de galería; con hábitats diurnos, vespertinos y nocturnos; que se revisten de coloridos plumajes pero a su vez con importantes formas y hábitos de mimetismo. De acuerdo con Defler (1998), asociadas a los cuerpos de agua se encuentra gran variedad de garzas, garzones, coclíes, corocoras, gallitos de ciénagas, tiranas, martín pescador y pollas de agua, entre muchos más, en una relación directa con la producción biológica de los cuerpo de agua.

En las matas de monte y selvas de galería se hallan gavilanes, cocliés, palomas, horneros, búhos, halcones, hormigueros, arrendajos, pinzones, cucaracheros, mirlas, mosqueros, loros, guacamayas y colibríes, así como carpinteros, azulejos, torcazas, cardenales, paujiles, y guacharacas, algunas de cuyas familias alcanzan a tener más de cien especies. Se alimentan de peces, crustáceos, insectos, lagartijas, ranas, vegetación flotante, gran variedad de frutos, mieles y granos como también de carroña. Dada su capacidad de desplazamiento, muchas especies frecuentan distintos ambientes de sabanas, atendiendo a las variaciones del tiempo, la disponibilidad de alimento y la protección de sus vidas frente a los depredadores y la cacería; pues constituyen un recurso proteínico para los llaneros. La destrucción de las sabanas, selvas, esteros, matas de monte, pantanales y morichales, pone en cuestión la sobrevivencia del reino de las aves, el cual además se sus cantos y encantos, controla el crecimiento de poblaciones de insectos y polinizan la vegetación, como un forma de sembrar las fuentes de su alimentación y nidación. No hay espacio para referir las especies que transitan mundos anfibios, tan abundantes en la orinoquia, así como los mamíferos y la fauna introducida que permitió la sabanización de la orinoquia mediante quemas reiteradas. Esta rica biodiversidad soporta en forma crítica, los impactos de la devastación que desarrollan los megaproyectos ecocidas, a través de complacientes políticas inversionistas del gobierno que continúan destruyendo las regiones del país.

 

De la geopolítica de los llanos

Desde la historia colonial, los llanos han sufrido continuos proceso de colonización entre los que se destacan los banqueros alemanes que resolvieron adoptar las llanuras entre Barquisimeto y la región del Ariari. Los jesuitas que colonizaron tierras entre San Juan de los Llanos y Tame, a lo largo del piedemonte llanero y extendieron sus dominio e influencia hasta el escudo de Guayanas; gesta que compartieron con comunidades Franciscanas y Recoletos Terciarios. Siguen las formas de colonización por extractivismo quinero durante el siglo XIX, mediante el cual se inició la tala de las espesas selvas de piedemonte. En el siglo XX empiezan las exploraciones petroleras norteamericanas, las cuales dejan demarcados los futuros campos, que los gobiernos de hoy anuncian descubrir por vez primera. Seguirán formas de colonización espontánea de campesinos migrantes de los Andes, las cuales constituyen más una diáspora de desplazados por terratenientes ante la ausencia de una reforma social agraria, que propiamente actores de una colonización efectiva. Continúa la colonización de la insurgencia que busca controlar espacio para la resistencia a través de la lucha armada, que cual se proyecta otra colonización por el narcotráfico, la cual evoluciona hacia una recolonización militar-paramilitar y guerrillera con desplazamiento de millones colonos, campesinos y pequeños productores. Se trata no sólo de producción y tráfico de drogas sino del efectivo despojo de tierras a favor de las élites narco-político-empresariales, con el fin de ejercer un claro control geopolítico territorial en vastas regiones, lo que les permite tener el dominio territorial, social y político que el gobierno no ejerce y que inconstitucionalmente delega.

Esta trama narcoparamilitar, narcopolítica y narcoguerrillera enmarca la crisis ambiental y social que vive el país. En ese contexto, la orinoquia ha entrado en una modernización forzada a causa de la globalización de la economía dentro de una aguda situación de conflicto interno, coyuntura que los gobiernos aprovechan para atender las exigencias que le imponen los inversionistas internacionales. Colombia, como uno de los primeros países del mundo en biodiversidad, es víctima de la ofensiva empresarial desplegada para expropiación de recursos naturales, acaparamiento y robo de tierras, explotación de recursos minerales y energéticos. Sólo para ejemplificar, el auge de la palma aceitera se ha cumplido en buena parte a base de masacres y robo de tierras. La legalización del despojo no sólo contempla el acaparamiento de tierra sino también de las aguas, las selvas, las sabanas, los parques y reservas naturales, las reservas campesinas, para que todo aquello que sea propiedad pública o común se convierta en bienes privados de terratenientes y multinacionales y se afiance así el latifundio industrial-empresarial, en una alianza de latifundistas, narcotraficantes, exportadores, empresas multinacionales (Vega, 2012) y gobiernos corruptos.

Según Arias (2010), grupos económico nacionales como Valorem de la familia Santo Domingo, Manuelita de la familia Eder, el Sindicato antioqueño de la familia Liévano, el grupo económico de Sarmiento Angulo y el expresidente Francisco Santos, han invertido en la compra de mas de 140 mil hectáreas de tierra para la producción de soya, maíz, palma aceitera, agrocombustibles, caucho y maderas. En tanto que grupos extranjeros como Cargill Holding de Estados Unidos, GPC de Chile, Mónica Holding de Brasil, Poligrow de Italia-España, en otros, han comprado tierras orinocenses en más de 150 mil hectáreas, para siembra de yuca y agrocombustibles, soya, maíz y palma de aceite. El área se multiplica al adicionar las concesiones para exploraciones mineras de oro y coltán, las nuevas compras de tierras que se gestionan, las concesiones para explotación de bloques petroleros y la extracción de biodiversidad florística y faunística. De esta manera se expresa la colonización empresarial nacional y multinacional en los Llanos de Colombia. Una tierra ya ajena, en un país en venta. Las recetas del Banco Mundial se materializan en los proyectos, las estrategias y alianzas señaladas antes.

Pero ¿Qué está en juego en términos de la diversidad cultural? De acuerdo con Mejía (1985), nada menos que una rica tradición de modalidades de aprehensión, uso, manejo y cuidado de la naturaleza y sus dones, cultivados en la sabiduría y el respeto, lo que les permitió a los pueblos originarios un manejo integrado de las selvas, las matas de monte, pantanales y sabanas, haciendo uso de gran variedad palmas, frutos, plantas medicinales, barnices, cauchos, así como de importante diversidad de cultígenos y sus semillas, fibras, fauna terrestre, anfibia y acuática, además de colorantes, plantas de poder e insectos promisorio.

Practicaron una agricultura itinerante en matas de monte con distintos conucos en selvas, morichales, playas, várzeas y vegas, tanto en el piedemonte como en las altillanuras, las llanuras de desborde y la eólica. El acaparamiento de tierras y los sistemas agroindustriales destrozan la belleza del paisaje, masacran la sabiduría y la cultura de los pueblos, destruyen las formas de organización social, que se han mantenido por siglos en el manejo y trabajo del llano, las gestas de vaquería, cantos y silbos del ganado, al igual que la tradición criolla del manejo de la fauna acuática y terrestre, la flora de selvas, pantanales y sabanas, así como la copla, el canto, la cuentería, el contrapunteo, y la rica tradición cultural material y espiritual de los juglares criollos que aún habitan en las inmensas llanuras.

¿Se puede permitir que las plantaciones con especies modificadas genéticamente, la venta y el acaparamiento de las tierras, la explotación de combustibles y producción de agrocombustibles y la agroindustria subsidiada con venenos y prácticas letales, puedan borrar la historia biológica evolutiva, paisajística y cultural de la Orinoquia? La amenaza es real y directa. No sólo desaparecerá la rica vida visible sino los quintillones de microrganismos que dan vitalidad y fecundidad a la tierra (Boff, 2012). Los vertimientos de hidrocarburos, agroquímicos letales, desechos de agroindustria, residuos y basuras, al igual que la tala de las selvas aún existentes, la desecación de los pantanales y la destrucción de las formas de producción campesina e indígena, no sólo afecta la cantidad del agua que debe fluir, sino su propia calidad, debido a que se producen cambios drásticos y letales en los parámetros fisicoquímicos de todos los cuerpos agua, la variaciones de los caudales, la temperatura del agua, las concentraciones de materiales diluidos y suspendidos, los niveles de oxígeno disuelto y los cambios significativos en los grados de acidez de los ambientes acuáticos.

El grave deterioro de las aguas no sólo va a producir un desierto de vida acuática, heredada hace millones de años, evolucionada y adaptada a los ritmos estacionales de las sabanas de manera endémica, lo que las hace especies únicas en el mundo; sino que al acabar con el arte y las jornadas de pesca artesanal que toma en cuenta las épocas y los ritmos etológicos de las especies en concordancia con los registros astronómicos y la fisiología de las plantas, dentro de una urdimbre cultural de gran sabiduría, nos anuncia el hambre y muerte cultural de los pueblos orinocenses, tradicionalmente, gentes del agua.

No se puede aceptar la injusticia y la desigualdad que produce el falso desarrollo y las mentirosas soluciones que proponen. ¿Cómo aceptar que se privaticen los bienes comunes y que se reduzca la vida a simple mercancía? Son verdaderos crímenes ambientales los que se están patrocinando con el estímulo a la inversión. No habrá generaciones futuras en los llanos con el marketing verde y el desarrollo insostenible. La diáspora de los pueblos nativos ya se inicia y el destierro de los campesinos es un hecho. Pero no se abandona la tierra en vano. Acompañemos a las comunidades, movimientos, personas, colectivos, organizaciones y movimientos nacionales e internacionales que luchan por la soberanía y el disfrute de un territorio propio en la Orinoquia y que se dignifican en la resistencia y la articulación de las fuerzas sociales.

De manera inconsulta, el pueblo colombiano está viendo como se está perdiendo el territorio. Las comunidades orinocenses, sin ninguna consulta previa ni aviso oficial, están enfrentando la violación de su derecho a la vida, a una tierra para trabajar, al ambiente natural sano, al agua limpia, a la soberanía alimentaria autóctona, a la preservación de las culturas, en síntesis, a sus bases de sustentabilidad y a las condiciones esenciales de su existencia. Ven con angustia como las tierras van cambiando de dueño, de uso, de vocación. Las comunidades rurales van siendo sustituidas por inversionistas y mercaderes financieros extranjeros y nacionales que expropian las tierras para generar megaproyectos de minería, plantaciones, turismo, ciudadelas, hidroeléctricas y producción de alimentos para exportar, logrando con ello destruir el entorno natural y social de los pueblos de la Orinoquia.

Es totalmente reprochable lo que pasa en los llanos orientales de Colombia. Se ha puesto en juego la vida, la cultura y la sangre de generaciones de pueblos que han hecho del llano profundas y complejas territorialidades en un mundo de agua y de vida. Los megaproyectos construyen una realidad inaceptable. Todas las comunidades llaneras llaman al país entero para que los apoyen en sus procesos de resistencia y rescate de sus territorios. El atropello y la desintegración social y territorial que provoca el modelo industrial-empresarial construyen un mundo ajeno a la vida y a la igualdad, que desvertebra regiones, sistemas de vida y sociedades. El desarrollo es una falsa promesa que se implementa a través de la locomotora de la inversión para acumular dinero a través de la destrucción de la naturaleza y de la sociedad, dentro de las lógicas del saqueo extractivista, la producción de agrocombustibles, la extracción de combustibles y el acaparamiento de la tierra, proceso que se cumple en la orinoquia con gran violencia, corrupción, desgobierno y uso perverso del nombre del país, empleado propagandísticamente para lavar la imagen vergonzante que proyectan y los intereses mezquinos que defienden las empresas encargadas del caos.

 

Bibliografía

· Arias C., Wilson (2010) El despojo más allá de la violencia. Conferencia Universidad Nacional, Bogotá.

· Boff, Leonardo (2012) A ausencia de uma narrativa na Rio+20. Instituto Humanitas Unisinos. Brasil.

· Defler, Thomas (1998) “La fauna de la orinoquia”. En: Colombia Orinoco. Fondo F.E.N. Colombia para la Protección de la Naturaleza. OP Gráficas, Bogotá.

· Domínguez, Camilo (1998) “La gran cuenca del Orinoco” En: Colombia Orinoco. Fondo F.E.N. Colombia para la Protección de la Naturaleza. OP Gráficas, Bogotá.

· Garcés, Diego Miguel (1997) “Los habitantes de las aguas”. En: Sabanas, vegas y palmares. Reflexiones sobre el uso del agua en la Orinoquia. Impreandes-Presencia. Bogotá.

· Hernández Camacho, Jorge (1993) “Una síntesis de la historia evolutiva de la biodiversidad biológica: Lecciones para Colombia” En: Nuestra diversidad biológica. CEREC-Fundación Alejandro Ángel Escobar. Bogotá

· Mejía, Mario (1985) Orinoquia colombiana. Sabanas de la Altillanura. Clima y uso de la tierra. Universidad Nacional de Colombia. Palmira.

· Molano, Joaquín (1998) “Biogeografía de la Orinoquia colombiana” En: Colombia Orinoco. Fondo F.E.N. Colombia para la Protección de la Naturaleza. OP Gráficas, Bogotá.

· Montaña, Melecio (19997) “La influencia del agua en el folclor”. En: Sabanas, vegas y palmares. Reflexiones sobre el uso del agua en la Orinoquia. Impreandes-Presencia. Bogotá.

· Rosenzvaig, Eduardo (1996) Etnias y árboles. Historia del universo ecológico del Gran Chaco. Premio Casa de la Américas. Colcultura, Bogotá.

· Sheldrake, Rupert ((1994) El renacimiento de la naturaleza. Ediciones Paidos Ibérica, S. A. Barcelona.

· Vega Cantor, Renán (2012) “Colombia: Capitalismo gangsteril y despojo territorial” En Boletín Censat- Agua Viva. Bogotá

Publicado en Febrero 12 de 2015| Compartir
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